Buenos Aires, 13/12/2024, edición Nº 3767
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Desenamorados de los autos: los millennials cada vez manejan menos

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La primera convocatoria de Uber para capacitar “socios” en la Argentina, paso inevitable para poner en funcionamiento esta red virtual que conecta a pasajeros con conductores particulares, desató la polémica. Embanderados bajo la consigna “Uber no pasará”, los taxistas se movilizaron en defensa de su porción del servicio de pasajeros. ¿Es legal? ¿A quién beneficia y a quién perjudica? fueron las preguntas que alimentaron el debate. Sin embargo se dejó afuera un dato bastante útil a la hora de analizar el desembarco de esta app en funcionamiento ya en más de 400 ciudades de 70 países: el hecho de que los jóvenes -o millennials- cada vez manejan menos.

Uber, justamente, “se propone competir contra el auto particular”, aseguró Soledad Lago Rodríguez, gerente de Comunicaciones de la firma para el Cono Sur. Y lo cierto es que tienen de su lado a los jóvenes, para quienes el auto propio ha dejado de ser el sueño a alcanzar con la mayoría de edad. Hoy las estadísticas retratan la caída en desgracia de un amor que marcó a fuego a generaciones pasadas.

En los Estados Unidos, la cantidad de autos comprados por jóvenes de entre 18 y 34 años cayó casi 30% de 2007 a 2011. Y en ese país, tan proclive a poner todo en números, el promedio de millas al año recorridas por autos conducidos por jóvenes de entre 16 y 34 cayó un 23% entre 2001 y 2009. El fenómeno afecta a buena parte del mundo occidental: en España, por ejemplo, el número de personas de entre 18 y 24 que contaba con registro bajó del 20% al 8% entre 1970 y 2012. Y lo mismo ocurre en Inglaterra: los jóvenes de entre 17 y 20 representan hoy el porcentaje más bajo de personas con registro, mientras que el porcentaje de entre 20 y 29 años que maneja viene en picada.

“La investigación muestra que la gente joven se desenamora de los automóviles y presta mucha atención a los productos alternativos, mientras que la gente de más edad ve en el vehículo el símbolo de libertad que forma parte de su vida”, señaló el comunicado de prensa de la Comisión de Transporte del gobierno británico.

Hay un cambio cultural -escribió por su parte Tony Dutzik, analista de la ONG Frontier Group, que elaboró un estudio sobre el uso de automóvil en las nuevas generaciones-. Antes, la cultura del automóvil era un factor determinante: el estatus social de una persona joven se definía en parte por el tipo de automóvil que tenía; el nivel de libertad se definía por la capacidad de viajar.”

¿Y en la Argentina? ¿Se verifica también el retroceso del auto entre los objetos de deseo de los millennials? Los datos de la Secretaría de Transporte del GCBA muestran que en los últimos 3 años, el número de personas de entre 18 y 30 años que sacó la licencia de conducir se ha mantenido estable.

¿Por qué la caída en el uso del automóvil no es tan marcada entre los millennials locales como lo es en los Estados Unidos o Europa? “No creo que en la Argentina esté menos marcado este fenómeno, creo que se da proporcionalmente a la calidad de la ciudad -comentó Andrés Fingeret, director del Instituto de Políticas para el Transporte y el Desarrollo-. Ciudades con mejor calidad de vida suelen tener menos influencia del automóvil particular y más desarrollo de otros medios de movilidad. En estas ciudades creo que este fenómeno se ve más desarrollado.”

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Una cultura en retroceso
Como sea, lo cierto es que la cultura del automóvil cede visiblemente en el interés de las nuevas generaciones, como resultado del cruce de varios factores. Uno de ellos son las nuevas formas de movilidad, como las que proponen Uber y otras apps mobile, que facilitan y hacen menos oneroso el desplazamiento en los centros urbanos donde cada vez es más difícil moverse y estacionar con auto propio.

“La mayoría de los usuarios de Uber es gente que antes usaba su auto particular y ahora hace un uso multimodal de diversas opciones de transporte en las ciudades -comentó Soledad Lago Rodríguez, de Uber-. En los Estados Unidos, por ejemplo, 10% de los millennials que usan Uber han elegido deshacerse de su auto personal o no comprar uno.”

Incluso alternativas que nada tienen de nuevo comienzan a restarle protagonismo al automóvil en muchos países. En ese sentido, el informe de Frontier Group muestra que entre 2001 y 2009, y al mismo tiempo que el número de vehículos conducidos por menores de 34 años se redujo un 23%, estos jóvenes incrementaron un 40% sus viajes en transporte público y aumentaron un 24% el uso de bicicletas.

Dana Strillevsky da cuenta de la tendencia al preferir la bici por sobre el automóvil: ella tiene auto y registro, pero todos los días recorre en bicicleta los 10 kilómetros que separan su hogar en el Bajo Belgrano de su trabajo en San Telmo. Su aliado: las bicisendas.

“Tratar de no depender del transporte público fue lo que más me impulsó a buscarme una forma más cómoda e independiente de viajar, y ahí pensé en la bici, porque vi que cada vez se usaba más en la ciudad, hay cada vez más bicisendas y me atrajo la idea de poder invertir esa hora de ida y la de vuelta en ejercicio diario”, cuenta Dana, de 26 años, coordinadora de Relaciones Públicas y Marketing del hotel InterContinental Buenos Aires.

Dana asegura que después de haber descubierto “esta forma de viajar, más placentera, cómoda y divertida, no vendría a trabajar en auto”. Las pocas veces que hace el recorrido Belgrano-San Telmo en ese medio lo sufre: “Me da ansiedad depender del tránsito para poder avanzar, que se me haga super tarde por más que salga con tiempo, y sobre todo que te limita: llegar no depende de vos”.

El aparente fin del idilio entre los jóvenes y el automóvil preocupa (y mucho) a la industria automotriz. Una encuesta realizada por la consultora KPMG sobre 200 ejecutivos de esa industria de todo el mundo halló que el 54% de los directivos se reconocen “inquietos” ante el hecho de que los menores de 25 años hoy no sientan la necesidad de ser dueños de un vehículo. “La llamada generación del milenio parece menos interesada en adquirir bienes tradicionales como casas y coches -puede leerse en las conclusiones del informe de KPMG-. Prefiere comprar teléfonos móviles, dispositivos tecnológicos y ropa.”

O incluso prefiere navegar en Internet a recorrer la ciudad sobre ruedas. Una encuesta realizada en 2013 en los Estados Unidos halló que el 46% de los jóvenes de entre 18 y 24 años prefiere tener acceso a Internet que tener un auto. “El automóvil dejó de ser un objeto de vanguardia tecnológica desde la mirada de muchos jóvenes -advierte Fingeret-. Vemos a los jóvenes pendientes del lanzamiento de un nuevo celular, de equipos de realidad aumentada, pero no de un nuevo automóvil.”

No son pocos los que se han visto tentados a achacar a la crisis económica la caída en desgracia del sueño del auto propio. Sin embargo, el estudio de Frontier Group reveló que en la última década, los jóvenes norteamericanos procedentes de hogares con ingresos superiores a los 70.000 dólares anuales duplicaron el uso del transporte público y de la bicicleta.

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Juntarse, sí, pero en Internet
La imagen del auto que, con la música a todo volumen, recorre un sábado a la noche los barrios para buscar a los amigos que han decidido salir juntos, pronto quizá quede relegada a las películas. “El uso de las redes sociales ha reducido la necesidad de utilizar el coche -señala el informe de Frontier Group-. La conexión constante con amigos que permiten plataformas como Facebook, Twitter o Skype y las aplicaciones de mensajería instantánea hace que ya no sea tan imprescindible salir de casa y conducir para estar con alguien.”

Y el informe agrega (y de alguna manera, sentencia): “El nuevo estilo de vida derivado del uso de la tecnología móvil y las redes sociales es más compatible con el transporte público, que deja las manos libres para hablar por teléfono móvil o conectarse a Internet mientras se viaja”.

Fingeret, por su parte, concluye: “Creo que el automóvil empieza a ser un elemento que restringe en lugar de permitir mejoras en la calidad de vida. Si conduzco estoy condenado al embotellamiento o no puedo compartir una copa de vino o cerveza; si conduzco no puedo llegar más rápido, no puedo chatear por el celular ni experimentar la ciudad. Hay tantas nuevas alternativas para la movilidad hoy en día que el automóvil privado de a poco pasa a ser una atadura: teniendo autos y bicicletas compartidas, transporte público de calidad, ciudades hermosas para recorrer, por qué debería encerrarme en mi auto y cargar con buscar estacionamiento, mantenerlo, cargar nafta…” Al parecer, no es el único que lo piensa. NR

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