Buenos Aires, 29/04/2024, edición Nº 3539
Connect with us

Turismo

La imperdible colección de esculturas del Jardín Botánico

Publicado

el

Hay competencia. I) La sombra, el fresco y la calma en el corazón de Palermo. II) Ese enredo imposible, obra de una “higuera estranguladora”, que echó ramas áreas sobre otro árbol al que envolvió y anudó por completo. III) Las mariposas que bosquejan un arco iris y mil diseños, fugaces siempre

Y la lista sigue. Es que en las siete hectáreas del Jardín Botánico conviven unas 1.500 especies vegetales de los cinco continentes, puentecitos, estanques, incubadoras de plantas en extinción y algunos gatos. (Hace poco más de una década sumaban 400 pero, junto con la asociación ¡Hacé feliz a un gato!, se ocuparon de dar en adopción a la gran mayoría). Además, entre las principales maravillas de este jardín, hay 35 de 640 árboles que por sus valores ecológicos e históricos integran un “sendero de reyes”, organizado para recibir visitas.

Hay mucha competencia en el Botánico, cierto. Y además cuenta con 28 obras de arte. Un pequeño gran museo, a cielo abierto.

El paisajista francés Carlos Thays (1849-1934) empezó a diseñarlo en 1892 para preservar especies, educar y disfrutar. “Cuando fue inaugurado, en 1898, las únicas esculturas que puso fueron las que adornan -los sectores llamados- jardines romano y francés”, explicó a Clarín Graciela Barreiro, ingeniera agrónoma, directora del Botánico. Por ejemplo,“La Loba Romana” o “Esquines”, orador griego del siglo IV A.C., cuya representación está en el corazón del jardín romano por error. Es que se cuenta que el propio Thays encargó a Europa un homenaje a Plinio, naturalista latino, cuyos jardines eran famosos en la antigua Roma pero se equivocaron en el envío.

La mayoría de esculturas llegaron al Botánico para protegerlas del vandalismo en el espacio público, durante en la segunda mitad del siglo XX”, agregó Barreiro.

El resultado es una colección clásica pero no seria y menos, aburrida. De hecho, casi nada en estas piezas es lo que parece. “La Saturnalia” evoca la orgía que los antiguos romanos dedicaban -justamente- al dios Saturno. Sugiere excesos en religiosos borrachos y prostitutas. En los rostros desencajados. Pero parece más bien una representación de decadencia, de la cita “Lloro la muerte en todo el mundo, el Imperio Romano desaparece”, de San Jerónimo, escrita en latín sobre la pieza.

La Saturnalia” pasó años escondida en una caballeriza porque pocos interpretaron sólo eso. A “El Aguatero”, en cambio, le bastó el atisbo de un movimiento, ligero, y la sonrisa pícara para sugerir erotismo, según el catálogo oficial del Botánico. Y fue blanco de vándalos.

“Allí donde se encontraba un terreno utilizable, aunque fuera de menos de diez metros de ancho, allí, minucioso como un japonés, aparecía Mr. Thays con sus obreros, a transformarlo en umbría armoniosa”, se ha contado. Y Thays dijo que la felicidad anida más en un bosque que en el lujo sin verde. El paseo entre joyas ecológicas, mármoles y bronces refresca y no hace más que ratificarlo.

Posible recorrido:

1) “El Aguatero” y el erotismo. La escultura da la bienvenida a este paraíso. Realizada en bronce por el italiano Vincenzo Gemito (1852-1919). “L’Aquaiolo”, en italiano, representa a un chico que ofrece de beber, como era costumbre en Nápoles, donde fue creada. Pero hay más. “La pose balanceada, su sonrisa y su gesto provocador le proporcionan una carga erótica evidente -dice el catálogo oficial de las piezas del Botánico-. El escultor nos propone una escena realista de la calle, un diálogo vivo (…) Pero la desnudez, así como el zócalo en forma de fuente decorada con un mascarón, sitúan esta escena en la Antigüedad Romana, lo que permite al artista justificar el erotismo”.

La obra fue donada por el Ezequiel P. Paz a la ex Municipalidad para la Plaza San Martín, de Retiro. Pero, tras arreglarla varias veces. a fines de la década de 1980, decidieron emplazarla en el Botánico para protegerla del vandalismo.

2) “La Loba Romana”. Ésta es una copia en bronce del original de la “Lupa Capitolina”, del siglo XIII. La reproducción fue donada por el rey italiano Vittorio Emmanuelle III (1869-1947) en 1910, para el Centenario de la Revolución de Mayo.

No es casual que el original esté en el Museo del Capitolio, en Roma. Según la leyenda, los gemelos Rómulo y Remo, hijos de Marte, fueron abandonados en el río Tíber por orden del Rey Amulio, cuya hija había incumplido el mandato de virginidad. Los bebés fueron recogidos y amamantados por la loba Luperca y cuando crecieron fundaron Roma. Aunque Remo murió a manos de Rómulo, sin llegar a ver la nueva ciudad.

Entre los investigadores suele haber consenso respecto de que la primera versión de esta escultura sólo mostraba a la loba, que las representaciones de los gemelos fueron agregadas en el Renacimiento y que probablemente sean obra del escultor Guillermo Della Porta.

Dato: La pieza “La loba…” donada por Italia fue emplazada originalmente en Florida y Diagonal Roque Sáenz Peña y luego trasladada al Parque Lezama.

3) “Ondina del Plata”, elogio de la sensualidad. Fue realizada en mármol por Lucio Correa Morales (1852-1923), pionero de la escultura argentina. Con armonía academicista, se pensó como homenaje a la mujer americana aunque -se cuenta- evoca a ninfas de la mitología escandinava. El yeso original, realizado mientras el autor se formaba en Florencia, Italia, integra el patrimonio del Museo de Bellas Artes de Mendoza. La primera versión en mármol es la que se encuentra en el centro del la fuente “La Primavera” del Botánico. Por eso, también se le llama con ese nombre.

4) “Saturnalia” o hay una orgía en el jardín. Del italiano Ernesto Biondi (1854-1917), representa en bronce a la cera un momento de esa celebración que realizaban los antiguos romanos en honor al dios Saturno. Se trataba de hasta una semana de excesos, orgías incluidas, en los que las diferencias sociales no importaban. Como en el escenario de un teatro del grotesco, esta pieza reúne a religiosos, gladiadores y prostitutas. Un músico. Patricios. Borrachos.

Biondi hizo una maravilla -premiada en Francia- con esa desmesura. Sin embargo, la obra tuvo problemas apenas llegó al país. El diplomático y escultor Hernán Cullen Ayerza, discípulo de Biondi, la compró en 1907 en Roma mientras trabajaba en la embajada argentina. Pensaba vendérsela a la Municipalidad. Pero desembarcó, en 1910, y la demoraron dos años en la aduana. Así que se la quedó en su casa hasta 1957, cuando murió. La había donado al Museo Nacional de Bellas Artes. El Museo la prestó. Y se la escondió y desamparó. Recién en 1983, con la vuelta de la democracia, la sacaron de una caballeriza, cubierta de estiércol. ¿El original? En la Galería de Arte Moderno en Roma.

5) “La Sexta Sinfonía de Beethoven” y Perón. Éste un desnudo femenino arrasado por el viento que alude a la tempestad. La pieza musical, también conocida como Sinfonía Pastoral, inspiró además a otra escultura de mármol sobre, justamente, una pastora y la de una pareja que mira al cielo para agradecer la lluvia. ambas ubicadas muy cerca.

Se cuenta su autor, el italiano a Leone Tommasi (1903-65), fue el escultor preferido de Eva Perón y en los 50 viajó al país para construir, entre otras piezas, un homenaje al “descamisado” de más de 100 metros de alto. No lo terminó pero tras la Revolución Libertadora varias piezas fueron tiradas al río. En 1996 encontraron algunas y las trasladaron al Museo que funciona en la Quinta de San Vicente. NR

Fuente consultada: Clarín

Noticias más leídas

Propietario y Editor Responsable: Maria Ana D'Anna
Director Periodístico: Roberto D´Anna
Domicilio Legal: Pedernera 772
CP: 1407
Ciudad de Buenos Aires
Teléfono de contacto: 153 600 6906
Registro DNDA Nº: RE-2020-52386983-APN-DNDA#MJ

Uds es el Visitante
Metropolis.com.ar