Turismo
Cien años del Bar de Cao: la historia del Café Notable de San Cristóbal
El paisaje vecino al río Eo, en Asturias, y el de la avenida Independencia y Matheu, en el barrio porteño de San Cristóbal, no se parecen en nada. Aquél discurre entre montañas y valles hasta desembocar en el mar Cantábrico. La avenida, en cambio, arranca en el puerto y con un entorno que no tiene nada de bucólico se interna en el Sudoeste de la Ciudad. Pero a pesar de esta gran diferencia, el río Eo y esa esquina de San Cristóbal tienen algo que los unió para siempre: se lo conoce como el Bar de los hermanos Cao y en este 2015 está festejando el centenario de su apertura como almacén y fonda.
Como muchos inmigrantes que llegaron a América en los comienzos del siglo XX, los hermanos Cao cambiaron la vecindad del río Eo, en el pueblo asturiano de San Tirso de Abres, por “la París del Sur”, como algunos poéticamente llamaban entonces a Buenos Aires. Atrás quedaban aquellas vacas pardas, de origen celta, que ellos se encargaban de ordeñar. También desaparecían la sombra del Xunqueira, el monte más alto de la región; las truchas, que cada verano y contra la corriente subían desde el mar, y las casas con techos de pizarra. Aquí, en San Cristóbal, era otra cosa: los vecinos más memoriosos recuerdan que estaban la carnicería de Mingo, la tintorería de Arturo, el tambo de Independencia y Pichincha y el ruido que, con su zarandeo sobre las rieles, aportaban los tranvías de la línea 48.
En ese contexto, los hermanos Cao (José, Vicente, Ramón, Julio, Jesús y Balbino) encontraron su lugar. El local había sido abierto en 1915 y cuando ellos se hicieron cargo (alrededor de 1925), ya era un sitio de referencia en la zona. Entonces aquel bodegón al que llegaban muchos obreros en busca de un buen plato caliente aumentó su fama como almacén y bar. Y José (Pepe para todos) y Vicente fueron los bastoneros de ese espacio al que llamaron “La Armonía”. Con ellos también estaban Ramón y Julio. Los otros hermanos seguían con la tradición asturiana y repartían leche en el barrio. Dicen que tanta era la confianza que la gente les tenía que hasta les daban las llaves de entrada a las casas en las que hacían el reparto.
Con los años, el lugar se convirtió en una proveeduría especial, donde los vecinos no sólo buscaban los fiambres y quesos de calidad (esos mismos que hoy son parte de las tradicionales picadas) sino también algunos “ultramarinos”, como se denominaban a los productos importados, que tenían a las sardinas y el aceite de oliva español como principales banderas. Y por ese trato cordial con los clientes, tanto el almacén como el bar le hacían honor a aquella definición que Raúl Scalabrini Ortíz solía usar para estos lugares: los llamaba “fortines de la amistad”. La presencia femenina la aportaban Rogelia (esposa de Pepe) y Segunda (esposa de Balbino), quien se había convertido en la jefa de la cocina. Eran famosos sus platos de “caldo gallego”, una especie de sopa donde se unen carnes y verduras, típica de Galicia, región vecina de Asturias. Más tarde, las hijas de Pepe y Rogelia (Alicia, Irma y las mellizas Graciela y Mirta; son las actuales dueñas del local) también se sumaron a la historia.
El tiempo pasó. Ramón se volvió a España y luego lo siguió Julio. Vicente y Pepe mantuvieron el negocio. El primero murió en 1999 y unos meses después Pepe bajó la persiana. Murió en abril de 2002. Pero después de esa suerte de siesta, en 2005 el almacén y bar “La Armonía” reabrió ya convertido en el “Bar de Cao”, ése que se luce en la esquina de Independencia y Matheu manteniendo no sólo la tradición de su buena comida sino la vieja escenografía que lo llevó a integrar la lista de bares notables de Buenos Aires. El antiguo barrio de San Cristóbal lo tiene entre sus referencias, igual que a otros edificios (templos católicos, una sinagoga, una mezquita y un templo budista) que muestran el pluralismo religioso de la zona, consecuencia de las distintas comunidades que conviven allí. Pero esa es otra historia.
Fuente: Clarín
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