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Un grupo de amigos creó un sitio sobre bodegones y cantinas porteñas
Una vez a la semana, los cinco miembros del equipo Antigourmet se reúnen a comer en alguno de los que ellos denominan “lugares honestos”: bodegones, cantinas, parrillas o clubes con tradición, porciones abundantes y buena atención. Esta vez, el ritual se repite en Il vero mangiare, una cantina de Villa Crespo.
A un costado, Pablo, uno de los cocineros, amasa los fusilli a la vista y los pasa por el fierrito. Atrás de él, en una pizarra se lee: “Si vuole mangiare bene, bisogna sapere aspettare” (“Si quiere comer bien, necesita saber esperar”).
A su derecha hay unas ocho fuentes con el antipasto y enfrente, a la izquierda, la mesa donde se sientan Matías Pierrad, Juan Pablo García, Facundo Vozzi, Martín Pait y Román Battiato, cinco jóvenes de entre 30 y 35 años que se conocieron jugando al básquet en el Club Palermo de Fitz Roy y Guatemala, y que, hace un año, decidieron crear el sitio www.antigourmet.com.ar para compartir con la gente sus recorridas gastronómicas.
“Un miércoles después de jugar al básquet salimos a comer y nos ofrecieron «tartas óptimas» y «consejos sobre cómo maridar la pizza». Ahí dijimos: «No, tenemos que buscar otro lugar»”, recuerda Román. Desde entonces, se juntan a comer en bodegones y ya recorrieron más de 60.
En Il vero mangiare, mientras Martín y Facundo consultan la carta con el mozo, Matías toma nota del lugar en una libretita, en apuntes que después formarán parte de una de las más de 30 reseñas publicadas en el sitio web Antigourmet.com.ar. Además de una descripción y un “antipuntaje” de los platos, incluyen una breve historia del local, la atención de los mozos y detalles como si hay trapitos en la zona o dónde se puede conseguir lugar para estacionar el auto con tranquilidad, la calidad de los sifones de soda y el tamaño de las gaseosas, el rango de precios o si en la televisión pasan fútbol o noticias. Juan Pablo saca las fotos que ilustrarán esas reseñas cuando se suban a la página de Internet.
Como cada uno tiene una misión específica, cuando llegan las entradas, la de Facundo es distribuir cada plato en porciones equitativas para que todos puedan probar todo y dar su opinión: la muzzarella, los garbanzos, las ranas a la provenzal, las papas al pimentón y otros tantos componentes que se van amontonando en la mesa. Matías sube alguna foto al Facebook de Antigourmet, que ya supera los 10.000 seguidores.
Antes que las pastas, llega a la mesa Eduardo Magliocco, nieto de Francisco, el calabrés fundador de Il vero mangiare en 1948. Eduardo recuerda nombres de platos que se comían entonces, pero que ya no se sirven en el restaurante (como los niños envueltos o la pulpeta de ricota), o los tiempos en los que cada comensal no pedía un plato individual sino que, en forma colectiva, todos se apuntaban a “lo que está saliendo” de la cocina.
A la mesa se acerca también Pedro, el cocinero de hace 13 años, quien recomienda probar los ñoquis y los panzotti. Pasaron en total seis fuentes de pasta, pero Martín asegura que le “queda un lugarcito”, por lo que antes de los postres sale una orden de pollo frito con papas al pimentón.
Un grupo de amigos
“No somos críticos gastronómicos, sino un grupo de amigos que se junta a comer. La gente que nos lee viene a los lugares a buscar lo que vio en la foto y valora nuestra opinión. Sabemos que es una experiencia muy subjetiva, pero nosotros publicamos los que nos trajeron a la mesa”, explica Román. “El mensaje que queremos dejar es: «Andá al lugar y probalo»”, agrega Juan Pablo.
A la hora de definir un lugar como antigourmet, entre los cinco apuntan los siguientes factores: un local con historia familiar, mozos de carrera a los que les guste recomendar y dar una buena atención. “El mozo es la cara visible del lugar”, señala Juan Pablo. También influye que la comida “sea honesta” o que “el nombre del plato te diga lo que vas a comer”. Además, es importante que los platos sean abundantes, siempre frescos y hechos en el momento.
“Lo fundamental es que, cuando nos vayamos, hayamos sentido que comimos bien y como en casa”, sintetiza Facundo.
Es casi la 1 de la madrugada en Il vero mangiare y, pasados los cinco platos de postre, se pide la cuenta. Se divide en partes iguales y, en paralelo, se hace una cuenta estimativa “para gente normal”, es decir, lo que gastaría una persona que no probó casi todos los platos de la carta.
Esta información formará parte de la reseña del lugar en la página web, así como tal vez las decenas de anécdotas que Eduardo le cuenta a Matías, o el video que Eduardo le muestra en su celular, en el que se lo ve bailando la tarantela un domingo en la cantina. Antes de irse, el equipo deja su sello estampado en la puerta: un sticker con un huevo frito, que reconoce al lugar como “aprobado” por Antigourmet.
Fuente: La Nación
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