Buenos Aires, 04/12/2024, edición Nº 3758
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Viaje a través del tiempo: con entrada gratuita, reabre el Museo Nacional de la Historia del Traje

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En los hoteles de Amsterdam, ciudad delineada por sus canales fluviales, hay una regla tácita: cuantos más gatos haya, mejor. Están ahí para ahuyentar -para matar, en caso de fuerza mayor- a las ratas, un efecto colateral de la humedad. De lo mismo se ocupa Lino, rayado y gris, en el Museo Nacional de la Historia del Traje, que funciona en una casona de San Telmo cuya parte más antigua se construyó allá por 1830 y la más joven, hacia 1980. El edificio, que es Monumento Histórico Nacional, acaba de reabrir sus puertas tras haber estado cerrado por siete meses. En el medio, explica su director, Jorge Moragues, hicieron falta mejoras edilicias: se cambiaron algunos pisos de pinotea, se agregaron extractores de aire en las habitaciones en las que se guarda el patrimonio textil para combatir la humedad, se hicieron obras para evitar la inundación de algunos sectores de la casona y se arreglaron algunos techos.

“Todavía faltan cosas por hacer, pero había que abrir”, dice Moragues. Y entonces lo que se ve expuesto es una parte ínfima de un patrimonio de alrededor de 9.000 piezas entre prendas, telas, zapatos, accesorios de joyería, mantones y gemelos. El guión es cronológico y representa, especialmente, lo que vistieron las clases más altas: “En general, no tenemos ropa que represente a las clases bajas. Las donaciones suelen venir de las clases más altas y, mucha de la ropa del siglo XIX fue quemada cada vez que hubo epidemias”, explica Moragues. Para representar los años revolucionarios de la Primera Junta hay, entonces, réplicas de un traje con frac verde y pantalón claro, un bastón y un pañuelo, y un vestido blanco con bien ajustado debajo del busto con un saco ajustado de terciopelo: “En los actos escolares hacen que las nenas tengan vestidos enormes, con miriñaque, y no era la moda de la época”, desmitifica el director del museo. Hacia 1830, la divisa punzó –esa cinta color rojo que vestían los federales para diferenciarse de los unitarios- se convertiría en parte de la indumentaria de muchos: “Junto a la ropa de un gaucho, la divisa punzó podría señalarse como parte del ‘traje argentino’”, reflexiona Moragues.

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Entre otros datos de la sociedad que pueden leerse en la muestra que acaba de reabrir en el museo, no hay que perderse la espalda bien abierta del vestido negro con piedras bordadas que se usaba hacia 1930 y que todavía brillan: en aquellos tiempos, las familias más ricas eran las únicas que podían tomarse vacaciones. Tomar sol (y entonces mostrar el bronceado) era un signo de opulencia. Y la apertura de las ideas que fueron en todo el mundo los años sesenta, se adivinan en el diseño de la argentina Mary Tapia, que creó un vestido de estética hippie hecho con lanas jujeñas y tejido en telar. Llama la atención la inclusión de una foto enorme del renunciamiento histórico de Evita, abrazada a Perón, en la sala en la que se representaron los años cuarenta y cincuenta: “Es una figura que ya representa a todos los argentinos, y en aquellos años hizo un quiebre respecto de lo que se venía usando, al vestir diseños de Dior”, justifica Moragues, que adelanta que el museo apelará a las donaciones para ampliar su acervo, especialmente acotado desde 1970 en adelante. Vale la pena darse una vuelta para ver qué se vestía hace varias décadas. Qué se vestía y qué querían decir esas prendas.

Agenda
Museo Nacional de la Historia del Traje
Chile 832 – Martes a domingos, de 15 a 19.
Entrada gratuita.

Museo Nacional de la Historia del Traje
Fuente: Clarín

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