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El icónico puente transbordador de La Boca ya luce como cuando lo inauguraron
Por primera vez después de 57 años, el viejo puente transbordador de La Boca dejará de ser tan solo una postal. Su restauración está casi terminada y luce como cuando lo inauguraron, en 1914. El hierro, hasta hace poco ennegrecido por el óxido, ahora está pintado de gris reluciente, su color original. Y, en octubre, su barquilla volverá a cruzar el Riachuelo como lo hizo hasta 1960. Aunque ya no transportará trabajadores, sino que funcionará sobre todo con fines turísticos.
El Puente Transbordador Nicolás Avellaneda fue inaugurado el 31 de mayo de 1914 para conectar la avenida porteña Pedro de Mendoza, a la altura de Almirante Brown, con la avenida La Plata de la Isla Maciel, en Dock Sud. Su estructura fue construida en partes en Inglaterra, trasladada en barco y armada en Buenos Aires. Tiene 77,50 metros de largo, entre orilla y orilla, y 43,52 de alto. La barquilla o vagón colgante es una plataforma de 11 metros por ocho. Por estos días, se la puede ver haciendo cruces de prueba, mientras terminan de construir los portones metálicos que franquearán la entrada de los pasajeros.
“El puente fue construido por la empresa de capitales británicos Ferrocarril del Sud y costó 100.000 libras esterlinas. Del lado de provincia había industrias y frigoríficos y existía un tránsito de personas que cruzaban en bote. En aquella época estaban de moda este tipo de estructuras metálicas y llegó a haber 20 puentes transbordadores en el mundo. Ahora quedan ocho y uno es el de La Boca”, cuenta el ingeniero Juan Alberto Ruiz, jefe del 1° Distrito de Vialidad Nacional. Esta dirección, que depende del Ministerio de Transporte de la Nación, es la que está cargo de la puesta en valor del puente.
En su momento, la barquilla podía trasladar hasta 30 personas y cuatro automóviles al mismo tiempo. También cruzaba a un tranvía. El trayecto se hacía en cuatro minutos, el mismo tiempo que tarda ahora. El servicio se prestaba de 6 a 21 y era gratuito. Pero en 1940, a apenas 100 metros de distancia hicieron el puente también bautizado Nicolás Avellaneda, con calzada para vehículos y un cruce peatonal. El viejo puente perdió sentido y, en 1960, dejó de funcionar.
Así, el ícono boquense tantas veces retratado por Quinquela Martín quedó abandonado. Sus vigas y columnas se fueron corroyendo y el puente se convirtió en una sombra oscura. En 1993 casi lo desguazan: eran tiempos menemistas y querían venderlo como chatarra. Pero la oposición vecinal frenó el proyecto. Y en 1999, el Gobierno declaró al puente Monumento Histórico Nacional. Ahora, además, está postulado para ser declarado patrimonio histórico de la humanidad por la UNESCO.
En pleno siglo XXI surgieron planes para restaurar el viejo transbordador, como un símbolo esperanzador para la recuperación del Riachuelo. Los trabajos, impulsados desde Acumar -la Autoridad la Cuenca Matanza-Riachuelo-, y la Fundación x La Boca, fueron encomendados a Vialidad Nacional. De acuerdo al Ministerio de Transporte, la obra requirió una inversión de $ 160 millones.
La restauración comenzó en junio de 2012 y se hizo en distintas etapas. Primero había que desmontar un gasoducto que estaba adosado al puente. El descubrimiento fortuito en el lugar de un túnel olvidado a 30 metros de profundidad facilitó la tarea, porque permitió reubicarlo en un lugar seguro. El conducto se había hecho alguna vez para cables y, tras dividirlo en dos, pasaron la cañería de gas de alta presión.
“Después hubo que poner en orden la estructura del puente, revisando pedazo a pedazo las columnas y las vigas -explica Ruiz-. Las reparaciones se hicieron con las mismas técnicas originales. En vez de soldar para unir las partes, por ejemplo, se utilizaron roblones, que son enormes tornillos de metal”. Después de un proceso de arenado, toda la estructura fue pintada de gris.
El puente se puede manejar desde una cabina en la barquilla o desde una sala de máquinas elevada, a la que se sube por una escalera marinera. Ambos espacios fueron recuperados. Esto incluyó desde reponer las aberturas de madera donde las había hasta cambiar los motores. Los que había estaban muy deteriorados y tuvieron que sacarlos con una grúa. Son las únicas piezas que se pusieron nuevas, pero el mecanismo funciona como en 1914. Para impulsar la barquilla, una bobina gira enrollando un cable de acero de 20 mm de diámetro, mientras otra lo va soltando. Para hacer el viaje en sentido opuesto, estas bobinas invierten sus roles.
El último paso para darle vida al puente transbordador es instalarle iluminación LED. “El sistema va a poder variar los colores y va a ser del tipo del que tiene la Torre Eiffel -anticipa Ruiz-. Esperamos que todo esté terminado entre finales de septiembre y principios de noviembre”. Para entonces, el mayor símbolo de La Boca dejará de ser una imagen inmóvil y volverá a cruzar viajeros y turistas a través del Riachuelo. NR
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