Gourmet
Café Victoria: la vuelta de un clásico porteño
Desde 1912, cuando las calles aún eran empedradas e Hipólito Yrigoyen todavía se llamaba avenida Victoria –de allí el nombre–, el café de la esquina de Entre Ríos 114 formó parte del paisaje del barrio de Monserrat. Frente al Palacio del Congreso, con su inequívoca fachada de mármol negro y señoriales ventanales, sólo una década antes era una pulpería que atendían inmigrantes gallegos.
El Café Victoria, que fue distinguido como Bar Notable de la Ciudad y muestra con orgullo esta insignia en la entrada, albergó a lo largo de los años a los vecinos que transitaban las inmediaciones del Congreso de la Nación y la plaza con el Monumento a los Dos Congresos. Según cuentan, en alguna de sus sillas estuvo sentado el actor y humorista de radio, cine y televisión Fidel Pintos. También fue visitado por personalidades de la política, como Ricardo Balbín y, más tarde, Néstor Kirchner.
Con el tiempo han pasado diferentes dueños. El último de ellos, desde 2014, es Mario Antonio Romano, quien se dispuso a hacer nuevas reformas en el histórico café. Las primeras habían sido en los años 60, cuando se pusieron los distintivos pisos en damero, la barra y los espejos que continúan hasta hoy. Por eso Romano, en octubre del año pasado, decidió cerrar y embarcarse en una ampliación de la cocina, principalmente enfocado en darle más estilo al local, que ya se había transformado en un referente barrial. Pero, eso sí, se trató de conservar la mayor cantidad de detalles de madera posibles, parte de la estructura del lugar. “Inevitablemente tuvimos que sustituir piezas que se encontraban deterioradas por el paso del tiempo; sin embargo, utilizamos la misma madera para conservar la apariencia original del lugar”, explica hoy en el restaurado establecimiento. Es que el 9 de febrero pasado el Café Victoria reabrió sus puertas para que los nuevos y sus más antiguos clientes lo sigan eligiendo: como Eduardo, que lo visita desde hace 15 años (ver Hay cambios…)
El dueño le cuenta a Clarín que hay varios casos de clientes que vienen hace décadas: “Hay un coronel que vive acá a la vuelta y viene muy seguido, es un habitué del lugar”, revela. Su clientela se basa en gran parte en gente del Congreso, desde transeúntes de paso que visitan las inmediaciones del Palacio hasta diputados de las provincias y empleados. “Me enteré de que reabrió y vengo desde entonces, me queda a dos cuadras de la oficina; lo que más destaco es su prolijidad y la atención de los mozos”, apuntó Néstor Pájaro.
Es que al pasar por la puerta, los clientes se sienten en un café tradicional, que ha mantenido su esencia intacta en el tiempo desde aquella primera reforma. Si bien se encuentra mucho más aggiornado y sin ostentaciones, conserva impecables los paneles de la boiserie. O esas viejas imágenes de antes que tapizan sus paredes.
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