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Exhibirán manuscritos de escritores como Mitre, Sarmiento o Alberdi
“Estoy muy mal. No me olviden. Adiós”. En tinta roja y con trazo tembloroso, las últimas palabras que la poeta Alfonsina Storni escribió pocas horas antes de suicidarse, hace 76 años, ya casi no se leen. La esquela, dirigida a su amigo Manuel Gálvez, se conserva en un folio en los archivos de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE).
En septiembre se cumplirán seis años desde que fue hallada, junto a otros más de dos mil valiosos manuscritos y documentos, en los sótanos de la casona sobre la calle Uruguay al 1300 donde funciona la SADE. “Yo no veo bien, pero noto un deterioro. Se la llevaremos a los especialistas”, reconoció el presidente de la sociedad, Alejandro Vaccaro, a LA NACION. La diferencia entre las imágenes de ese mensaje en 2009 y las de ahora es notoria. Esas piezas formarán parte del Museo de Literatura Argentina.
“Es cierto, estaban en muy buen estado cuando los encontré accidentalmente”, sigue recordando Vaccaro. Eso fue cuando, a pocos meses de asumir la conducción de esa histórica institución, se interesó por ver qué contenía una gran cantidad de carpetas que había en el sótano. Pensaba que encontraría allí remitos, papeles administrativos. En cambio, la primera hoja que sacó era una carta de 1866, encabezada con “Chinita querida..”. Cuando vio la firma se le cortó la respiración: José Hernández. Siguió revisando cada carpeta sin dar crédito a sus ojos. Estaba frente a los manuscritos y documentos que comenzó a recopilar el ensayista español Fermín Estrella Gutiérrez -presidente de SADE entre 1959 y 1961-, con la intención de crear un museo de esa institución que hasta ahora no vio la luz.
Entre esos manuscritos está el original de la Marcha triunfal que escribió para una fiesta patria argentina el nicaraguenese Ruben Darío mientras estuvo visitando a un amigo en la isla Martín García. Hay fragmentos de la traducción que hizo Bartolomé Mitre de la Divina Comedia, cartas de Domingo Faustino Sarmiento escritas en inglés durante su gestión como embajador en los Estados unidos; manuscritos de Horacio Quiroga, Juan Bautista Alberdi, Ricardo Güiraldes y hasta la patente que sacó Roberto Arlt de su invento para que las medias femeninas no se corrieran.
“Tenemos todo muy bien conservado entre papeles especiales para que no se deterioren”, explica Vaccaro quien a pocos meses del hallazgo expresó su intención de que los manuscritos integraran el patrimonio del museo que por entonces estaba construyendo el Gobierno en el predio de la Biblioteca Nacional. “Desestimamos esa idea cuando vimos que el proyecto inicial devino Museo de la Lengua, que no es compatible con lo que queremos hacer. Por eso volvimos a pensar en el museo propio”, cuenta Vaccaro quien también alimenta desde hace varios años el anhelo de publicar un libro, en conjunto con el Fondo Nacional de las Artes, con algunos de los manuscritos analizados por especialistas.
Fundada en 1928 por Jorge Luis Borges y un grupo de escritores que marcaron la historia de las letras argentinas, la SADE tiene hoy 75 filiales y nuclea a unos 6500 escritores en todo el país.
Ahora, cuando también impulsa la creación de una Universidad de las Letras que funcionaría en un edificio a construir en el terreno lindero a la sede de la SADE en San Telmo, Vaccaro anunció la apertura de un Museo de Literatura Argentina para mediados de 2016. “No lo abrimos aún porque estará en la sede de San Telmo, donde estamos haciendo refacciones y de donde debemos mudar la biblioteca que tiene 40.000 ejemplares”, dijo. De cumplirse ese proyecto, finalmente esos afamados escritores volverán a hablar a todos a través de sus escritos, de puño y letra. Esto, claro, si para entonces los manuscritos se conservan legibles, en buen estado de conservación.
Pedido final de Alfonsina Storni
La breve esquela que escribió la poeta a su amigo y maestro dice: “Querido Galvez, estoy muy mal. Por favor. Mi hijo tiene un puesto municipal. Yo otro. Ruéguele al intendente en mi nombre que lo ascienda acumulándole mi sueldo. Gracias. Adiós, no me olviden. No puedo escribir más. Alfonsina”.
Fuente: La Nación
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