Buenos Aires, 13/12/2024, edición Nº 3767
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Ya hay más de 200 bares de cerveza artesanal en la Ciudad y buscan regularlos

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Porque son una tendencia mundial, porque están de moda, porque el público las pide, o porque muchos le hicieron caso a Esteban Bullrich cuando las puso como ejemplo de emprendimiento exitoso. Lo concreto es que las cervecerías artesanales se reprodujeron como hongos en toda la Ciudad y pasaron las fronteras de Palermo y Recoleta para llegar a Liniers, Devoto, Caballito y Villa Urquiza, entre otros barrios. Ahora se presentó un proyecto en la Legislatura para regularlas.

Según un relevamiento de una de las cámaras del rubro, la de Cerveceros Artesanales de Argentina (CCAA), hay más de 200 bares de cerveza artesanal en la Ciudad, de los cuales la mitad está en Palermo. Sin embargo, ni la fabricación ni su venta están reguladas en territorio porteño. Es por eso que los legisladores oficialistas Francisco Quintana, Daniel Del Sol, Cristina García, Mercedes De las Casas y Roberto Quattromano (quien acaba de terminar su mandato) presentaron un proyecto para crear un marco regulatorio.

“Las prioridades son que los fabricantes tengan una marca comercial, un CUIT y un número de habilitación, y que se indique el tipo de cerveza, su graduación alcohólica y su fecha de vencimiento”, explica Del Sol.

La mayoría de las cervecerías artesanales son además puntos de recarga de botellones (llamados también “growlers”), que se consumen fuera del bar. De aprobarse el proyecto, las empresas deberán cumplir con un proceso estandarizado de higienización, tanto se trate de la cerveza tirada desde una chopera como la que se fracciona a pedido del cliente.

Los envases deberán ser de vidrio o acero inoxidable y tener tapa hermética. Y quien la expenda debe hacer la limpieza correspondiente. Pero si el cliente lleva su propio recipiente, es él quien deberá hacerse cargo de la higienización, y dejar constancia en un libro de actas.

El texto propone además un requisito cuyo cumplimiento ya inspecciona la Agencia Gubernamental de Control (AGC): el rotulado de los envases, según lo que fija el Código Alimentario Argentino. Es decir, que cada barril tenga un número propio. Hasta ahora, este aspecto y las condiciones de higiene de las cervecerías en tanto locales gastronómicos son los únicos puntos que fiscaliza la Agencia. Pero si se aprueba la nueva ley, esta podría poner la lupa sobre más aspectos.

Lucas Lico, presidente de la CCAA y fabricante de la marca Grunge, ve con buenos ojos la medida. “Es un mercado todavía bastante informal y necesitamos más reconocimiento. Hay que cambiar esa imagen de que lo artesanal es algo que se produce a baja escala o de manera irregular en el patio de una casa. Somos empresas que estamos regularizadas, que tenemos empleados”, sostiene.

Desde otra cámara del sector, la Argentina de Productores de Cerveza Artesanal (CAPCA), también se muestran de acuerdo, aunque reclaman poder participar del debate. “Por ahora no nos llamó nadie ni para aspectos técnicos ni normativos”, asegura Carlos Pazos, secretario de la entidad y fundador del local Brew House en Núñez. Y agrega: “Como cerveceros queremos no sólo medidas de control sino también de desarrollo”.

Es que se trata de una verdadera industria, más allá de su cualidad artesanal, esta última más relacionada con la falta de preservantes químicos y la forma de encarar el negocio que con su escala y desarrollo. Y para explicar este fenómeno, sus productores hablan de varios factores. “Hay una evolución del paladar de la gente y también una moda, muy del argentino, que ve que algo funciona y lo hace”, dice Lico.

Para algunos comerciantes, instalar una cervecería requiere un poco menos de inversión que otro tipo de locales gastronómicos. Por un lado, el negocio puede llevar una decoración más informal. Por el otro, hay mucha gente que acepta tomar la cerveza sentada sobre el cordón de una vereda.

A tal punto llegó esa costumbre de disfrutar de una cerveza en la calle, que en varios puntos de la Ciudad hubo denuncias de los vecinos por invasión del espacio público y ruidos molestos.

Desde el Ministerio de Ambiente y Espacio Público porteño explican que “la permanencia de personas en las veredas no está regulada” y “no representa una infracción en sí misma”, excepto “si están siendo atendidos por personal de un establecimiento determinado”. NR

Fuente consultada: Clarín

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