Buenos Aires, 27/12/2024, edición Nº 3781
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¿Qué es el Síndrome de Estrés Postromántico?

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En todo comienzo de una relación la intensidad del amor tiene sus variantes. Si bien la biología ayuda con el incremento de sustancias que favorecen el apego y el bienestar, el vínculo se ve influido por otros factores como el grado de atracción en otras áreas no afectivas y las experiencias amorosas previas. Los primeros sentimientos amorosos se recordarán de por vida, tanto por descubrir las mieles del amor, con mariposas en la panza incluidas, como por la desazón y el vacío de la pérdida. Todo lo que viene después intentará rescatar algo de esa intensidad, con las ilusiones, pero también con miedos y un poco menos de audacia.

Emociones, hormonas y etapas
La pasión es una emoción que se sostiene por un tiempo para luego dar paso a un sentimiento más calmo y duradero. A veces nos damos cuenta y aceptamos que la transición entre el amor pasional y el compromiso romántico es parte de la naturaleza de este tipo de vínculo, y otras veces sufrimos, y nos preguntamos si ese “bajón” se debe a la pérdida de interés por el otro. Se denomina Síndrome de Estrés Postromántico (“Post Romantic Stress Disorder”) al malestar que afecta a la pareja por sentir que algo importante se está perdiendo, que las emociones y la repercusión física de las mismas no tienen el ímpetu de antes, la energía propia de los estados pasionales.

La biología que un primer momento acompaña con altos niveles de neurotransmisores (dopamina, noradrenalina) y hormonas (oxitocina u hormona del apego, hormonas sexuales, etc.) se vuelve perezosa, dando paso a sustancias (serotonina) que promueven un ánimo con menos fluctuaciones y estimulando la capacidad de anticiparnos a las cosas (generar proyectos). Si la pasión es lo inmediato, la urgencia, la necesidad de saber del otro, de extrañarlo como si viviera a la distancia, el sentimiento postromántico, en cambio, precisa de un nombre que dé cuenta de un tipo de relación (noviazgo, pareja, matrimonio) y del compromiso que supone cada una de estas instancias.

Los tiempos (¿anhelados?) de la pasión
El Síndrome de Stress Postromántico no se hace esperar, los tiempos son vertiginosos y el cambio en la intensidad del amor suele aparecer (según algunos estudios) entre los 12 y 18 meses. Si en los consultorios, hasta hace unos años atrás, eran las parejas con años de convivencia las que consultaban por este tema, hoy en día son las uniones más recientes las que han comenzado a sentir que poco queda del embrujo del comienzo. La primera reacción, casi natural o espontanea, es preguntarse por qué uno, o el otro, ha dejado de hacer aquellas cosas que antes encendía la chispa del amor y del sexo. El discurso se repite: “lx desconozco”; “ya no hay piel”, “ninguno toma la iniciativa”; “me divierto más con mis amigxs”; “dejamos de besarnos”; “no lo extraño como antes”, “antes hacíamos de todo en la cama, ahora solo lo indispensable”. La impresión que provoca “darse cuenta de aspectos desconocidos del otro suele ser desconcertante. Algo de la realidad cae por su propio peso, como si un velo hubiera ocultado rasgos de personalidad o conductas (casi siempre negativas).

Con respecto a las expresiones con referencia sexual, destaco dos: “ya no hay piel” y “ninguno toma la iniciativa”. La primera pone en evidencia que no existe la “piel” de antes, pero existe otra forma de sentir que como no posee el mismo gradiente no se tiene en cuenta. Estas parejas añoran “el encendido” apenas los cuerpos se ponían en contacto; quieren que vuelva, se esfuerzan por repetir las mismas acciones pero no sucede lo mismo; ya el deseo no tiene esos picos de locura. Esperar que la pasión reaparezca es como un ideal a conseguir, se vuelve un desafío, una especie de obstinación que no ayuda, por el contrario, incrementa el malestar. Aparece la proyección de la culpa, el convencimiento de que lo perdido tiene una causa: el desinterés del otro. Y así se suceden las conjeturas y las discusiones.

Otro punto es el tema de la iniciativa para el encuentro erótico. Es frecuente que en el comienzo de la relación ninguno tenga en cuenta quién da el paso adelante; los dos lo hacen, con una sinergia sorprendente. Después vendrán los reclamos. Si la pasión reniega de las convenciones culturales y sociales respecto a los roles de género, el sentimiento postromántico de compromiso afectivo deja fisuras por donde se cuela el modelo heteronormativo: “espero que él se acerque” o “ella se acercó pero no tengo ganas y voy a fallar”. Las exigencias que marcan los estereotipos sociales de cómo debe ser el comportamiento de los miembros de las parejas se asimilan si no se los cuestionan apenas aparecen.

Enfrentar el estrés postromántico
En el libro Postromantic Stress Disorder el psicólogo John Bradshaw advierte que las parejas deben superar a la biología de la pasión para no quedar presa de ella, en síntesis: se debe tener la sabiduría y la calma para atravesar el puente entre el amor romántico/pasional y aceptar los nuevos códigos del compromiso amoroso. Ahora bien, aceptación no es estancarse en el devenir de la costumbre y la monotonía, por el contrario, es estar atentos a que cada día el amor precisa acciones (comunicación, acuerdos, proyectos, contactos corporales afectivos y sexuales, autonomía de las partes).

Consejos a tener en cuenta
• Tomar conciencia de que la pasión es un estado pasajero que da paso al sentimiento amoroso, más calmo y sostenible en el tiempo.

• No añorar la intensidad perdida, trabajar para sostener el amor del “aquí y ahora”.

• Transformar las críticas y las frustraciones en acciones saludables para el vínculo.

• Comunicar lo que a cada uno le pasa y evaluar las opciones de superación.

• No dejar de acariciarse, de besarse, de manifestar ternura. El contacto es fundamental.

• Fomentar los encuentros eróticos que no tienen por qué tener penetración.

• Dejar de lado los condicionantes culturales y actuar más espontáneamente.

• Tener proyectos individuales y de pareja.

• El estrés postromántico fomenta la sospecha, los celos y las acciones de control, todas acciones nocivas para el vínculo. Hacer autocrítica, comunicar los miedos, abandonar las conductas dañinas.

Por el doctor Walter Ghedin, médico psiquiatra y sexólogo.

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