Buenos Aires, 13/12/2024, edición Nº 3767
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Se inauguró un tramo de la malla que cubre la Villa 31

La obra, que deja pasar la luz y el aire, busca proteger el barrio de los objetos que caen y detener las construcciones.

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La obra empezó a fines de julio y ayer quedó inaugurada: la malla de acero que protege el barrio Bajo Autopista Illia, entre las villas 31 y 31 Bis, ya cubre todo el tramo y está decorada con canteros “ecosustentables”. Según los funcionarios a cargo, la malla tiene un doble objetivo: por un lado, proteger a los habitantes del barrio Bajo Autopista de los objetos que caen, y por otro, desarrollar un pulmón verde en medio del cemento. Además, el resultado práctico a la vista es que frena las construcciones en altura.

La construccion la realizó la Secretaría de Hábitat e Inclusión del gobierno de la ciudad junto al área de responsabilidad social empresaria de Autopistas Urbanas SA (AUSA). Para su instalación, el gobierno porteño debió controlar las edificaciones de más de cuatro pisos y reemplazó los clásicos tanques de agua por los “tanques vejigas”, que son más anchos y bajos, de manera tal que quedaran debajo de la malla de acero.

Cuando la obra se inició, el debate se planteó en torno a la posibilidad de que la malla tapara el ingreso de la luz y la buena ventilación del barrio. Sin embargo, en una recorrida que realizó LA NACION en el Bajo Autopista, comprobó que los cables tienen 50 centímetros de distancia entre uno y otro, lo que permite el ingreso de luz solar y corrientes de aire, además de no producirse acumulación de humedad.

“Para nosotros es positivo porque la malla reduce un poco el impacto de los objetos que nos tiran desde la autopista, y hace que sea menos peligroso vivir acá abajo”, contó a LA NACION María Flora Céspedes, una vecina del Bajo Autopista. Se refiere a los casos en que automovilistas les arrojan botellas o residuos, y a los accidentes donde fragmentos de los vehículos caen al barrio.

El tramo comprendido por la obra se inicia a 1,5 kilómetros del peaje en sentido al centro, se extiende 300 metros y finaliza en un “pilote” de hormigón que tendrá iluminación led, una intervención en forma de cruz con fines decorativos.

“El cambio que hicimos en la villa 31 tiene que ver con generar consenso con quienes más lo necesitan, y a su vez con que sean ellos mismos los que trabajan en la transformación de su barrio”, dijo Gonzalo Mórtola, coordinador del programa de mejoras de la villa 31.

En las dos etapas que requirió la obra, el gobierno porteño colocó los cables de acero en forma de una red triangular que actúa como malla de seguridad entre los dos tableros, e intervino el “pilote” de estructura metálica recubriéndolo de madera e iluminándolo con luces propias.

Luego se instalaron los maceteros lineales, que ya están ubicados por detrás del guardrail, y los transversales, que funcionan como pequeños “puentes” de verde y flores, con un sistema de riego específico para su mantenimiento.

“Para nosotros, es muy importante conservar los 50 centímetros de distancia entre cable y cable. Hubo vecinos que pidieron que lo hiciéramos más denso, pero nosotros nos negamos porque no queremos que el metal impida el paso de la luz y la corriente de aire”, explicó a LA NACION Ramiro López Saubidet, el arquitecto encargado del programa de mejoras para las villas 31 y 31 Bis.

El gobierno de la ciudad asegura que los vecinos del Bajo Autopista están contentos con la obra y que 200 de ellos firmaron una carta para pedir la protección de los elementos que se arrojan a la villa. Otros vecinos, en cambio, cuestionan la obra y sostienen que hay necesidades más importantes para el barrio. Entre esos cuestionamientos hubo reclamos respecto de algunas construcciones de tres o cuatro pisos que debieron frenarse por la implementación de la malla. También, de aquellos que suelen usar como terraza el último piso de la edificación.

“El hecho de que la villa no esté urbanizada hace que de por sí haya poca ventilación entre las casas. Entiendo el objetivo y ojalá sirva para reducir el peligro de los objetos que caen, pero de todos modos considero que hay problemas más importantes que resolver: pavimentación, agua potable y urbanización, entre otras cuestiones”, dijo César Sanabria, referente de la villa 31 y estudiante de arquitectura.

Por su parte, Nora, vecina del Bajo Autopista que vive en una casilla desde hace apenas seis meses, aseguró: “A mí no me cambia en nada esa malla: no me tapa el cielo, pero tampoco me parece que sirva para algo”.

Las flores ya asoman en los canteros y los brotes de enredadera comienzan a trepar los cables de la curiosa malla de acero.

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