Bici
Romance en las bicisendas de la Ciudad
En sus Diarios de bicicleta, el músico David Byrne -líder de la banda ochentosa Talking Heads- recuerda sus primeros paseos en bici, en las afueras de Baltimore, cuando todas las tardes pedaleaba 6 km hasta la casa de su novia con la simple excusa de poder hacer los deberes con ella, pasear juntos en bici y encontrar algún lugar solitario. Ya la imagen es romántica por sí misma, ¿no? Y si bien hoy podemos pensar que no estamos en Baltimore y que, lamentablemente, tampoco nos queda demasiado de adolescencia, existe algo que sí tenemos y que podemos capitalizar: ¡bicisendas en la ciudad!
Los que van al trabajo, los que la cambian por el gym y la usan para entrenar, los bohemios que apuestan a contaminar menos el planeta, los extranjeros que la eligen para descubrir el “lado B” del turismo porteño o esos amantes del sol que van con el torso al aire para broncearse mientras pedalean (esos son peligrosos, hasta pueden provocar accidentes de tránsito si te distraés demasiado)… Lo cierto es que hay ciclistas para todos los gustos.
Así que la próxima vez que salgas a pedalear, estate atenta. La bici no solo puede devolverte un poco de infancia y juego, sino también ser el puntapié inicial de un tórrido romance.
En definitiva -y como diría Fito-, es solo una cuestión de actitud.
¿Por qué la bici enamora?
La bicicleta exige una sensibilidad determinada. Y ojo, que acá no hablamos de la superproducción y la histeria que puede haber en un bar o en un boliche a la hora del levante, sino que se trata de cierta sensibilidad personal.
Para andar en bici, hay que aprender a conectarse con el entorno; tu cuerpo, la bicicleta y el paisaje que te rodea se fusionan para convertir esa experiencia en una buena oportunidad para tener un mayor registro de lo que pasa a tu alrededor.
Si alguna vez anduviste en bici, ya sabés de qué hablamos.
Pedaleando, sos capaz de escuchar otros sonidos. De mirar otros detalles, de descubrir otros aromas (y de pronto te enterás de que a la vuelta de tu casa hay tilos y un poco más allá, jazmines) o captar escenas de la calle que de otra forma -o circulando en otros medios de transporte- son más difíciles de percibir.
Incluso se vuelve una experiencia en la que “ponés el cuerpo” de manera literal: escuchás cómo se va agitando tu respiración, tu cuerpo empieza a acompasarse con tus piernas para definir una especie de música interna, un ritmo propio. El sudor cae por el escote de tu musculosa y de repente, podrías sentirte la protagonista de un aviso publicitario de verano.
¿Suena demasiado cursi? Puede ser. ¿Es un poco horny? ¡También!
Hacé la prueba, despertá todos tus sentidos, observá la calle y detenete en la imagen de alguien andando en bicicleta. Es una imagen -como mínimo- linda. Y aparte…, ¿quién dijo que el amor no tiene que ser un poco cursi y otro poco horny?
Seis códigos de levante
Cuando la bicisenda se convierte en una “arena de levante”, empiezan a jugarse otras cosas. Hay que ir doblemente atentas -al tránsito, a los automovilistas, a los semáforos-, pero sin dejar de tener como “target principal” a los potenciales bicichongos, aunque no es algo tan difícil porque la bicisenda es un ambiente seguro (¡no te recomendamos andar por avenidas colapsadas de tránsito relojeando hombres!). Y oportunidades, hay miles. ¿Cómo sacarles provecho?
1. Aprovechá los semáforos
Muchos ciclistas no respetan los semáforos, cosa que no solo está muy mal y es peligroso, sino que también va en detrimento del levante. Chicas, ¡esos segundos son valiosísimos! Tenemos la chance de estar a menos de un metro de un bicichongo perfecto. Cuerpo a cuerpo, casi. En un tiempo de espera. Así que dejemos de chequear el celular en cada semáforo para ver si nos entró algún mail o una llamada perdida, mejor alcemos la vista y miremos alrededor. Ojo, que acá también podemos tener a algún automovilista a nuestro lado esperando nuestra “luz verde”; sepan que -a boca de urna- muchos hombres admiten que les encantan las mujeres que andan en bici.
2. Estudiá su bicicleta
Sí, es el famoso “dime en qué bici andas y te diré quién eres”. Podés saber mucho de un hombre observando en qué se mueve: si está cuidada, si es de diseño, si le pone (o no) accesorios, si tiene cambios, si es de carrera, chopera, playera o una clásica de paseo, etc. Solo con mirar su vehículo y observar su look, podés sacar algunas conclusiones interesantes y advertir rápidamente si el hombre en cuestión tiene algo que ver con vos. Si lo ves pedaleando en calzas de lycra y con una remera dri-fit, es del “tipo deportista”. Si tiene una bici de diseño y lentes de marco grueso, es de las filas de los hipsters. O si anda en una BMX y está con bermudas, tu chico es 100% skater. Advertencia: la bici de diseño también es muy requerida por los gays, ¡ojo!
3. Sonreír es clave
Entre los ciclistas urbanos, hay una especie de código tácito que nos hace mirarnos y reconocernos como parte de una misma tribu. Por eso, si ves a algún ciclista que te mira cinco segundos más de lo socialmente permitido -y hay Alcoyana, Alcoyana, obvio-, devolvele la sonrisa. Es una buena manera de empezar.
4. Recordá coordenadas
El hombre es un animal de rutinas, y muchos ciclistas utilizan la bicisenda para hacer su recorrido al trabajo, así que -al igual que sucede con otros medios de transporte- existen “horas pico”. Por eso, no es tan descabellado que te cruces varias veces a la misma persona en una bicisenda, si más o menos coincide su recorrido y horario con el tuyo.
5. No confíes siempre en el “buen lejos”
Mucho más en verano -con la proliferación de lentes de sol y torneados torsos al desnudo-, andar en bici es todo un deleite y una hermosa recreación para nuestros ojos (¡y nuestras fantasías!). Es probable que te pase varias veces en el día eso de ver venir a alguno y apostar internamente “este es hermoso, este es hermoso” y que, a medida que se acerca por el carril contrario, se te vaya desmoronando la ilusión. Si te vas a animar a encarar, asegurate de estar a una distancia prudencial, como para no llevarte sorpresas.
6. Microenamorate
Pero si el “buen lejos” se convierte en “buen cerca”, quizá los dos se cruzan pedaleando, se miran por un instante, se sonríen y ahí se produce el “microenamoramiento”. Es una gran sensación. Puede o no convertirse en algo más, a largo plazo, pero lo que es inmediato es que tu autoestima recibe un buen mimo. Y si estás canchera, animate a girar la cabeza y verlo irse en la dirección contraria. Quién te dice, tal vez él también se da vuelta y… “de pronto, flash, la chica de la bici azul”.
Fuente: revistaohlala
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