Ahora
Reparan instrumentos antiguos de iglesias
Tenían los tubos abollados, registros que no funcionaban, daños provocados por la humedad, faltante de piezas originales y un manto de polvo que los cubría por años en desuso. Hoy, unos 130 antiguos órganos de la ciudad que estaban arrumbados y silenciados en el fondo de los templos volvieron a sonar en conciertos, misas y casamientos por un plan de puesta en valor de estos instrumentos, que imprimen majestuosidad a conciertos y ceremonias.
Al órgano colonial de la iglesia más antigua de Buenos Aires, San Ignacio de Loyola, que está dentro de un mueble del Teatro Colón en épocas en las que estaba en la Avenida de Mayo, se le agregaron 197 nuevos tubos de Alemania. Luego fue intervenido por el maestro organista Enrique Rimoldi, que recuperó la trompeta, las lengüetas y el clarinete. “Estaba destruido y era una pena, ya que llegó en 1906 de la fábrica Locatelli para ser adaptado especialmente para conciertos”, cuenta Francisco Baigorria, párroco de San Ignacio.
En el templo ahora suena desde “Pompas y circunstancias” para acompañar a los novios en el altar hasta música gregoriana durante las misas. “Ésta es la iglesia de Buenos Aires donde más se usa el órgano, ya que se toca al menos dos veces por día, durante la misa del mediodía y de la tarde. Además, suena en las ceremonias de sanación, y en los casamientos importantes llegamos a tener unas 500 personas”, asegura Baigorria, también a cargo de la Comisión Arquidiocesana para el Cuidado de los Bienes Artísticos y Culturales del Arzobispado.
Pero el padre “Pancho”, como le dicen los fieles desde que llegó a esta parroquia, en 2005, no se da por satisfecho: está organizando una serie de conciertos y pretende continuar con las mejoras del instrumento.
Además del órgano de San Ignacio, se recuperó el de la Iglesia del Santísimo Sacramento, de 1912, que es el órgano francés religioso más grande de América del Sur. Se trata de un Cavaillé-Coll Mutin donado por Mercedes Castellanos de Anchorena. Fue bendecido e inaugurado junto con el templo, en 1915. Para la insuflación de aire, el instrumento contaba con dos dispositivos: un motor, proveniente de la Sociéte Electrique de Nancy, y un ventilador, de la casa Enfer, ambos reparados junto al ventilador eléctrico fabricado por la casa alemana Laukhuff. Este instrumento es el órgano con más juegos sonoros del país y es el más grande de esta firma instalado fuera de Francia. Forma parte de los tres órganos de la Argentina, junto con los de la Basílica de San Francisco y la Basílica Nacional de Luján, que están incluidos en el exclusivo catálogo Charles Mutin.
También se restauró el órgano de la Catedral Metropolitana, considerado uno de los más bellos de la ciudad. Se trata de un E. F. Walcker & Cía. Opus 263, traído de Ludwigsburg, Alemania, en 1871. Tiene tres teclados manuales y pedalera.
En todos los casos son joyas extremadamente delicadas que precisan ser preservadas en lugares que no sufran bruscos cambios de temperatura, y afinadas antes de cada concierto por los organeros. Algo así como los luthiers, pero especializados en órganos, un instrumento inventado por los griegos, adoptado por la iglesia en el siglo VII, llamado “el rey de los instrumentos musicales” por los sonidos que se producen cuando el aire atraviesa cada uno de sus tubos. Tal es así que el peor perjuicio que pueden sufrir es su falta de uso: se silencian automáticamente si alguien no los toca al menos cada tres meses.
Pero no sólo en las iglesias católicas se recuperaron estos instrumentos, sino que el programa de Restauración de Órganos de Tubo lanzado por el gobierno porteño en 2004 alcanza a templos de casi todos los credos. Esto posibilita una serie de conciertos gratuitos en iglesias de diferentes barrios.
Algunos de estos ciclos son los realizados con el órgano inglés que está en la Catedral Anglicana San Juan Bautista, donado por Mary Gergina Lumb y construido en 1984 por la reconocida fábrica Bishop & Sun. A este instrumento se le remodeló la consola, que ahora es movible, para la presentación de conciertos, y cuenta con nuevos teclados de 61 notas.
Además, fueron reparados y afinados el órgano dinamarqués de la Iglesia Luterana Danesa y el de la Primera Iglesia Metodista, un Forster & Andrews de 1871 que tiene 28 registros reales. “Más de 30.000 personas de todas las edades disfrutan de esta música: a los conciertos de la Catedral Metropolitana y del Santísimo Sacramento acuden unas 1500 personas. Incluso llegan en micros de todos lados. A su vez, a cada una de las liturgias en las que se utiliza el órgano acuden otras 400 personas aproximadamente”, asegura el historiador Eduardo Lazzari, coordinador de los ciclos Conciertos de Órgano al Mediodía del gobierno porteño.
“Buenos Aires es la ciudad de América latina que mayor cantidad de órganos tiene. Los traían de España, Alemania, Francia y Estados Unidos”, explica Lazzari.
Las restauraciones se realizan en el marco del Programa Fondo Metropolitano para la Cultura, las Artes y las Ciencias y ofrecen una línea de ayuda económica para preservar el patrimonio cultural de las iglesias. “El plan apunta ahora a reparar otros 14 órganos que están en lista de espera”, asegura María Victoria Alcaraz, subsecretaria de Patrimonio Cultural.
Así fue como desde esta área trazaron una ruta de órganos antiguos de la ciudad por todos los barrios que permite a los melómanos circular de templo en templo para escuchar conciertos en forma gratuita.
Fuente: La Nación
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