Nuevos signos del precoz envejecimiento arterial en adultos jóvenes

Tras meses de estudios, investigadores argentinos midieron la frecuencia de envejecimiento arterial precoz en adultos jóvenes, que incluyó a unas 1400 personas desde los 20 años en adelante de 12 países Latinoaméricanos.

Según el estudio ÓPTIMO, publicado esta semana en Journal of Human Hypertension (revista del grupo Nature), detecto un envejecimiento vascular acelerado (EVA) en el 6% de los participantes de la muestra, con una edad promedio de 50 años. A medida que pasan los años, las arterias van perdiendo su elasticidad, por eso no sorprende hallar rigidez en los vasos de las personas mayores y fue en los adultos jóvenes en quienes se observó mayor frecuencia: uno de cada 10 menores de 40 y casi el 20% de los menores de 30 tenían las arterias más rígidas que lo normal para su edad.

Los doctores Fernando Botto y Carol Kotliar comentan: “Nuestro estudio sugiere que en adultos jóvenes, de entre 20 y 40 años, la presencia de dislipidemia (colesterol y/o triglicéridos elevados), hipertensión y probablemente fumar puede contribuir al desarrollo temprano de rigidez arterial, comenzando incluso alrededor de los 20 años cuando la atención médica se solicita menos”, ambos integrantes y jefa -respectivamente- del Centro de Hipertensión Arterial y Envejecimiento Vascular del Hospital Universitario Austral.

El concepto clínico EVA -descripto por el sueco Peter Nilsson, que integró el grupo de trabajo- que se refiere a la observación de un mayor endurecimiento de la pared arterial (arterioesclerosis) en comparación con lo esperado según la edad cronológica. “La rigidez es un predictor pronóstico a largo plazo de infarto, accidentes cerebrovasculares (ACV), trastornos cognitivos, insuficiencia renal. La detección a través del uso de tecnologías simples podría ayudar a seleccionar a estos grupos con mayor riesgo cardiovascular, dado que merecen una intervención preventiva y un seguimiento más intenso”, explica Botto..

Los participantes -un 80% argentinos, pero también de Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, República Dominicana y El Salvador- proporcionaron información sobre su estilo de vida (hábitos alimenticios, consumo de alcohol, tabaquismo y actividad física), antropometría e historial médico. Fueron reclutados en centros médicos, lugares de trabajo y centros comerciales, por lo que no se trata de un muestreo aleatorio, lo que eleva el sesgo. Se les midió la velocidad de la onda del pulso (VOP) y la presión arterial utilizando un sencillo dispositivo, semejante a los aparatos automáticos para tomar la presión, aunque con receptores más complejos. Es no invasivo, de bajo costo y tiene riesgo cero para el paciente. Se coloca en el brazo, se infla y desinfla varias veces y arroja una serie de datos hemodinámicos, entre ellos el VOP, que indica si las arterias están rígidas o elásticas, lo que permite establecer si la “edad arterial” está dentro o fuera del rango esperado.

Los resultados obtenidos son “un llamado de atención acerca de la elevada prevalencia de envejecimiento prematuro cardiovascular en adultos jóvenes”, considera Kotliar, directora del Centro Médico Santa María de la Salud, desde donde impulsó y coordinó el trabajo, que contó con la activa participación del equipo del Hospital Austral. El grupo estuvo integrado también por Sebastián Obregón, director del Consejo de Hipertensión de la Sociedad Argentina de Cardiología (SAC); Fernando Rubinstein, del Instituto de Efectividad Clínica y Sanitaria; y el investigador italiano Angelo Scuteri.

La presión arterial elevada, el colesterol alto, el exceso de peso, el sedentarismo, pero también cierta predisposición genética pueden incidir en que una persona de 40 años, por ejemplo, tenga las arterias de una de 60, tanto por la rigidez como por la formación de placas en su interior. “Se está trabajando en la línea de que medir las pequeñas placas de colesterol sumaría a este concepto de evaluar la rigidez a través del estudio de distensibilidad arterial. Además de tomar la presión, evaluar el colesterol y la glucemia, de pesarse, esta herramienta podría ser efectiva para ofrecer un valor objetivo a todos esos factores de riesgo. A los 35 años, las personas no prestan demasiada atención a la prevención porque se sienten sanas y sin embargo un resultado anormal puede alertar”, considera Botto. Y arriesga que sería útil indicarlo en adultos jóvenes con riesgo clínico aumentado por la presencia de factores de riesgo o antecedentes familiares de enfermedad cardiovascular. El uso de esta herramienta se concentra en la actualidad en centros o equipos especializados en prevención cardiovascular.

“El estudio nos anima a seguir investigando las tendencias y asociaciones que identificamos respecto al rol de intervenciones que sean útiles para mejorar y prevenir: personalmente me parece que el consumo de semillas puede ser un buen aporte por su fácil acceso. Obviamente la frecuencia semanal de actividades físicas es relevante, aunque es más conocido. También estamos analizando otros datos que obtuvimos acerca del rol de estado de ánimo, resiliencia, antecedentes familiares de enfermedades y, por ejemplo, si bien sabemos que consumir frutas y verduras es adecuado, en este estudio tenemos información de las variedades que consumían los participantes que servirá para analizar si existe diferencia entre ellas. Cuando lo analicemos, también podremos comparar estilos de vida entre los 12 países participantes”.

Sobre una muestra de la población se realizará un seguimiento a cinco años para conocer su evolución de acuerdo a su edad arterial.

Resultados preliminares del estudio ya habían obtenido el premio al mejor trabajo en de investigación clínica en hipertensión arterial de la SAC.

Fuente consultada Clarin