Ocio
Muestra sobre la estancia de Augusto Roa Bastos en Buenos Aires en la Biblioteca Nacional
Expulsado de su país natal por la dictadura del general Higinio Morínigo, el escritor paraguayo Augusto Roa Bastos (1917-2005) vivió casi tres décadas en la Argentina, donde desempeñó oficios múltiples y logró destacarse como guionista de cine, mientras pergeñaba una de las obras literarias más portentosas del continente: esos años de desarraigo y fertilidad creativa son el hilo conductor de una muestra que a partir de hoy podrá visitarse en la Biblioteca Nacional.
Roa Bastos nació un 13 de junio de 1917, ayer hizo un siglo, y aquel exilio del Paraguay, que se prolongó durante 43 años, lo vivió en dos tiempos: el primer tramo transcurrió en Buenos Aires y se extendió por 29 años, pero la irrupción de la dictadura militar en 1976 empujó al autor de “Yo el supremo” a una nueva huida, esta vez a la ciudad francesa de Toulouse, en cuya universidad dictó clases de guaraní y literatura latinoamericana.
Durante su estadía en territorio porteño, Roa Bastos subsistió varios años como pudo: fue mozo en un hotel alojamiento, corrector de pruebas en un diario, limpiador de vidrios y empleado en una compañía de seguros, hasta que llegó la posibilidad de dedicarse a la escritura de guiones, lo más parecido a su deseo de vivir de la literatura.
Durante esos años, el escritor completó trece guiones para producciones de realizadores como Armando Bó, Lautaro Murúa, Lucas Demare y Marcos Madanes, al mismo tiempo que daba forma al núcleo más significativo de su producción literaria: “El trueno entre las hojas” (1953), “Hijo de hombre” (1960) y “Yo, el supremo” (1974).
“El exilio es una doble mutilación: la pérdida de un territorio y luego la pérdida de la lengua. Hoy me encuentro escribiendo una lengua que no es la mía, es la del exilio“, sostenía Roa Bastos allá por 1993, en una entrevista que daba cuenta de cómo la experiencia del desarraigo atravesó su sensibilidad literaria y definió las coordenadas de sus textos.
Aún así, la elección de la Argentina no fue tan drástica para el escritor, que encontró rápidamente las razones para construir su pertenencia a un territorio que no era el de su nacimiento: “Nunca me sentí exiliado en la Argentina, país en que me habría gustado nacer si el Paraguay no hubiera existido. Y Buenos Aires siempre fue para mí y lo seguirá siendo hasta el fin de mis días la ciudad más hermosa del mundo, intemporal, cosmopolita y mágica”, apuntó alguna vez.
La confesión se replica en uno de los muros de la sala de la Biblioteca Nacional que aloja la muestra “Fragmentos de un exilio porteño“, que recupera a través de fotos, periódicos, letras de canciones, material audiovisual y primeras ediciones de sus libros el derrotero vital de este hombre que llegó a Buenos Aires huyendo de la llamada Revolución de los Pynandí (“Pies descalzos”) y gestó sus obras más emblemáticas en una casa situada en la localidad bonaerense de Martínez, y luego en un departamento del barrio de Almagro.
“Roa Bastos es el gran modernizador de la literatura paraguaya. Se planteó representar lo nacional y lo paraguayo bajo formas que entrañan una paradoja: esta literatura moderna está escrita en español mientras que las raíces de esta cultura remiten al guaraní. La paradoja es que él quiere representar lo nacional pero lo tiene que hacer a través de una lengua que es la que impusieron los conquistadores. Por eso se rodea de etnógrafos y abreva en muchas canciones populares que recuperan esa cultura guaraní”, destaca a Télam la escritora Florencia Abbate, una de las curadores de la exposición.
“Durante sus años en Buenos Aires, Roa se nutrió del clima cultural porteño que terminó siendo decisivo en su obra. En este período surgió su vinculación con el cine como guionista, una faceta que por otro lado coincide con la impronta plástica que tienen sus obras literarias”, señala.
El narrador llevaba muchos años de exilio cuando vio con esperanzas la llegada al poder de Alfredo Stroessner (1954-1989), al que incluso le dedicó un poema en el que lo comparaba con el expresidente argentino Juan Domingo Perón. En 1982, ya establecido en Francia, llegó a viajar a Paraguay para inscribir a su hijo Francisco y se quedó en Asunción durante varias semanas.
Sin embargo, el 30 de abril de ese año los policías stronistas lo sacaron de la casa donde se hospedaba y, sin permitirle llevar dinero, documentación o efectos personales, lo trasladaron en un vehículo policial hasta la ciudad argentina de Clorinda, próxima a la capital paraguaya.
La exposición que se presenta en la sala María Elena Walsh de la Biblioteca incluye una impactante fotografía que registra el momento en que el escritor abandona nuevamente la capital paraguaya. En la icónica imagen aparece retratado de espaldas, con dos bolsos voluminosos en sus manos mientras camina por una explanada de cemento que parece conducir a ninguna parte.
“Las tres décadas que Roa Bastos vivió en Buenos Aires fueron de enorme productividad. Con la perspectiva que le dio el obligado alejamiento, exploró, analizó y contó la realidad del Paraguay como ningún otro escritor paraguayo lo había hecho. Encontró trabajo como guionista y publicó aquí varios de sus libros más importantes: ‘El trueno entre las hojas’, ‘Hijo de hombre’, ‘Madera quemada’ y ‘Los pies sobre el agua”, resume el director de la Biblioteca Nacional, Alberto Manguel, en un texto que reviste una de las paredes de la muestra.
El autor de “Una historia de la lectura” cuenta que en Buenos Aires el escritor paraguayo recibió el reto que Carlos Fuentes hizo a sus amigos escritores: concebir una novela sobre el dictador o gobernante destacado de su país y que el conjunto de esas tramas lleve por título “Los Padres de la Patria”.
Así el mexicano escribió “La muerte de Artemio Cruz”, en tanto que el colombiano García Márquez hizo lo propio con “El otoño del patriarca”, el peruano Mario Vargas Llosa con “La fiesta del Chivo”, Alejo Carpentier con “El recurso del método” y Roa Bastos con “Yo, el supremo”, una suerte de autobiografía novelada del dictador José Gaspar Rodríguez de Francia, que gobernó Paraguay desde 1814 hasta su muerte en 1840.
“El clima de América Latina en esos años tenía que ver con una literatura joven que intentaba representar los conflictos latinoamericanos. Eso se ve muy representado en la obra de Roa, que expone las formas de dominación y el cuestionamiento al poder”, explica Abbate, que compartió el trabajo de curaduría junto a Nicolás Reydó y Tomás Schuliaquer.
Recién en 1989, con el derrocamiento de Stroessner en un golpe de Estado, el autor de “Contravida” pudo regresar al Paraguay y se estableció allí de forma definitiva en 1996. Sus críticas al autoritarismo en el poder se mantuvieron a lo largo de toda su vida, y se plasmaron en su obra literaria a través de novelas como “Yo, el Supremo“, pero también en obras como “Hijo de hombre” o “El fiscal”.
“Fragmentos de un exilio porteño”, la muestra que a partir de hoy y hasta septiembre permitirá conocer los pormenores y derivaciones literarias de la estancia de Roa Bastos en Buenos Aires, continúa la exploración que inició la institución el mes pasado con la inauguración de una exhibición que ofrece los afiches de las trece películas en las que participó el escritor desde su primer guión, “El trueno entre las hojas”, que data de 1958. NR
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