Buenos Aires, 21/11/2024, edición Nº 3745
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Metrópolis: por qué crecen más allá de sus propios países

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Las ciudades se han convertido en la visión del futuro para el planeta, por ello los especialistas hacen foco en ciertas variables que serán clave en las próximas décadas como: el cuidado del medio ambiente, la adaptación a eventos climáticos, la eficiencia energética en transportes, la vida cultural y el bienestar de su población. Qué lugares se destacan en el mapa global en estas categorías, y cómo se vislumbra hacia el futuro la vida urbana, que hoy ya incluye a más de la mitad de la población del mundo

 

Basta tomar los primeros puestos de los rankings globales de ciudades y unirlos, como si fueran piezas de un rompecabezas, para que emerja ante nuestros ojos la ciudad ideal. Esa urbe imaginaria debería tener, sin lugar a dudas, la calidad de vida de Viena, Zurich o Auckland, la riqueza cultural de Berlín o París, el perfil innovador de Copenhague o Amsterdam, la capacidad de reinventarse de Medellín, Barcelona o Nueva Orleáns, la eficiencia en materia de transporte de Londres, Seúl o Curitiba, así como la concepción ambiental de Vancouver o San Francisco.

Las variables pueden alterarse. También los modelos, claro. De lo que no hay dudas es de que éste es el siglo de las ciudades, sobre todo a partir de 2007, cuando la proporción urbana mundial alcanzó el 50 por ciento. Y las estimaciones para 2050 son abrumadoras: siete de cada 10 seres humanos vivirán en ciudades. Esta proyección, combinada con otras -por ejemplo, las que estiman el aumento futuro de la temperatura del planeta y del nivel del mar, o las que hablan de una mayor cantidad de megaciudades (no todas en el Primer Mundo ni debidamente planificadas) en las próximas décadas-, ha colocado al futuro de las ciudades entre los principales tópicos de debate mundial. Y no sólo eso: también ha propiciado un rotundo cambio de posición para ellas, al ubicarlas como actores clave en el actual entramado mundial.

En el ejercicio de pensar lo urbano con visión de futuro (no en abstracto, sino el futuro que se plantea para nuestro planeta), los especialistas hacen foco en ciertas variables específicas, que serán clave en las próximas décadas. Ellas son la sustentabilidad, la eficiencia energética, la innovación en múltiples áreas, la apuesta por la cultura y la creación, la planificación de los espacios con mirada holística y la capacidad de resiliencia que, dentro de la jerga urbanística, significaría lograr que una ciudad sea capaz de recuperarse sin demasiados traumas de un evento climático extremo, o bien de anticiparse para que, de suceder, ocasione el menor daño posible. También, refiere a la posibilidad de reconvertirse frente a otro tipo de flagelos, como la delincuencia, el desempleo, la violencia o ante alguna otra de las duras facetas de la desigualdad.

“Hacia el final de este siglo el mundo va a ser urbano en un 99 por ciento. Esta proyección lo cambia todo”, comienza Leo Hollis, escritor e historiador inglés, especializado en urbanismo y autor del libro Cities are Good for You, en diálogo con La Nación. “Nos obliga a planificar este crecimiento futuro y a cambiar. ¿Con qué principios? Obviamente, debemos entender el valor de la tecnología al servicio de la sustentabilidad, pero más importante que eso es lo que yo llamo «urbanismo social». Tenemos que dejar de mirar a las ciudades como espacios para edificios y estructuras, y empezar a pensar en las personas que las habitan”, continúa el especialista, quien estará de visita en nuestro país esta semana como uno de los expositores del Encuentro de Ciudades Futuras, que tendrá lugar en el ITBA.

Desafíos para todos

Aunque los desafíos futuros puedan impactar en forma variable a lo largo y ancho del planeta (por ejemplo, así como algunas ciudades crecerán, hay otras que decrecerán?), el hecho de que la población sea más longeva, el clima cada vez más incierto y la contaminación, un mal cada vez más naturalizado, coloca a cualquier urbe ante la necesidad de barajar y dar de nuevo.

De cara a los desafíos que prometen recrudecer, así como a los que se vienen, las ciudades se presentan ante el mundo cada vez más como urbes con dinámica propia, desmarcadas de los gobiernos nacionales y dispuestas a establecer vínculos con otras urbes en un marco más colaborativo que competitivo. Así lo evidencian las organizaciones globales y regionales que las nuclean, entre las que figuran la Asociación Mundial de Grandes Metrópolis, el Pacto de los Alcaldes, la International Solar Cities Initiative, la red Mercociudades, la Sociedad Latinoamericana de Ecología Urbana, la iniciativa 100 Resilient Cities o el C40 Cities, orientado al medio ambiente.

“¿Por qué se pone foco en las ciudades? Primero, porque son el consumidor número uno del planeta. Segundo, porque son el principal generador de riqueza y es donde más gente vive. Y, dadas las megatendencias, es razonable pensar que si no hacemos algo, el crecimiento va a ser desordenado. Antes, las ciudades se pensaban en su potencial como fuentes de trabajo, como espacios donde se concentraba la oferta educativa. Hoy en día lo que importa es cuán «vivible» es una ciudad”, explica Eduardo Gorchs, director de la división Mobility de la filial local de Siemens, empresa que, a nivel global, otorga, junto con el C40, los premios al liderazgo climático en ciudades. En la edición de este año, la ciudad de Buenos Aires fue galardonada por su plan de reducción de residuos y está previsto que en marzo del año próximo nuestra ciudad sea la sede del Primer Foro Regional del C40, con el eje temático puesto en el cambio climático.

“El C40 compone un grupo de lobby, una agrupación de mucho peso en la discusión climática a nivel global. Las ciudades enfrentan grandes desafíos en materia de habitabilidad. No sólo para poder mitigar los efectos del cambio climático, sino también para poder adaptarse a los escenarios futuros. Hay ciertas discusiones que no se están dando a nivel de los Estados, pero que son fundamentales para las ciudades, lo que las obliga a autogestionarse y a comenzar a tener voz propia frente al mundo”, analiza Flavia Broffoni, directora general de Estrategias Ambientales de la Agencia de Protección Ambiental de la ciudad de Buenos Aires, organismo que representa a la Ciudad en el C40.

La funcionaria otorga un enorme valor a las redes internacionales que están tendiendo puentes entre ciudades con características o problemáticas similares. Permite, por ejemplo, ver cómo han resuelto en otras partes del mundo cierto tipo de problemas y ser más certeros a la hora de hacer INVERSIONES . “Conocer el plan de basura cero que se aplica en San Francisco en forma exitosa nos dio la pauta de que era un desafío posible; la planta de MBT (tratamiento mecánico biológico, según sus siglas en inglés) para el proceso de reducción de residuos que hemos puesto en marcha proviene de un modelo italiano; el Metrobus se pensó a partir de una experiencia colombiana exitosa, y hasta el reemplazo de las luminarias se decidió a partir de mirar otras experiencias”, enumera Broffoni.

Otras variables en la mira

Con la mira puesta en variables como la sustentabilidad, la eficiencia o la resiliencia, comienza a importar que las ciudades posean otro tipo de características. No porque las más clásicas, como la infraestructura o la economía, pierdan peso, sino porque los tiempos requieren una mirada más amplia e integradora.

“Hay cualidades de las ciudades que mantienen su valor, como la oferta cultural o los espacios verdes que posean. Pero sin duda hay cosas que cambiaron: hoy se valora más la presencia de espacios para caminar. Hace tres décadas lo que se medía a la hora de analizar una determinada ciudad era la circulación del tráfico a una determinada velocidad. No se contaban los viajes a pie o en bicicleta a la hora de mirar la movilidad de una ciudad”, analiza Andrés Borthagaray, director de la filial local del Instituto para la Ciudad y el Movimiento, con sede en París.

¿En qué medida las urbes históricamente líderes cumplen con estas nuevas reglas? Seguramente que no todas lo hacen en niveles óptimos. De la misma manera, es razonable que otras ciudades, hasta ahora de segunda o tercera línea, se reposicionen y den pelea (ver arriba). En las próximas décadas, de hecho, se espera que sean las medianas y las más chicas las que registren mayor nivel de crecimiento. En cualquier caso, es claro que los desafíos actuales se volverán más urgentes.

De acuerdo con cálculos de las Naciones Unidas, las áreas urbanas consumen en la actualidad el 80 por ciento de la energía global y son las responsables de la emisión de más del 70 por ciento de los gases de efecto invernadero. Las ciudades también son las generadoras de más del 70 por ciento de la basura del mundo. En tanto que entre el 30 y el 40 por ciento de los asentamientos precarios instalados en espacios urbanos -la falta de planificación en el crecimiento urbano mundial no ha hecho otra cosa que multiplicarlos- no cuentan con gas o electricidad. La sola posibilidad de que el crecimiento poblacional que se espera para las próximas décadas ocurra sin demasiada planificación únicamente podría conducir al desastre.

“Uno de los desafíos más importantes de cara al futuro -un detalle que se examina mucho a la hora de analizar ciudades- es la manera en que las ciudades replican la fragmentación social. Históricamente existieron los cordones de pobreza en las ciudades, pero sus miembros estaban insertos en la sociedad, educados y con empleo. Hoy hablamos de excluidos, ya no de gente que está al borde del sistema. Y el espacio que encuentran en los ámbitos urbanos no hace otra cosa que acrecentar la desigualdad”, reflexiona el arquitecto Guillermo Tella, docente en urbanismo y coordinador de la licenciatura en Urbanismo de la Universidad Nacional de General Sarmiento.

El especialista establece algunos contrapuntos entre la postal de la ciudad soñada del presente y la que pudo existir a mediados del siglo pasado. La industria contaminante era incorporada entonces como parte de la escena tradicional de una ciudad. Hoy, en cambio, se apuesta por ciudades más lentas, que ofrezcan un estilo de vida más apacible, más saludable, con movilidad ecológica y sustentable.

“En la última década las ciudades se han convertido en actores políticos fuertes, capaces de salir a negociar fondos en el exterior -por encima de los gobiernos supranacionales- para financiar obras de infraestructura, de vialidad o de tratamiento de efluentes. Este boom de las ciudades globales también genera alianzas estratégicas entre ellas que las fortalecen internamente. Se trata de un modelo que promete ser beneficioso también en instancias gubernamentales de menor jerarquía, ya que se percibe un esfuerzo por establecer redes asociativas sobre temas comunes en la órbita de los municipios”, agrega Tella.

Ahí donde términos como redes, interacción y colaboración se han vuelto clave para la gestión urbana en el camino hacia el futuro, la tecnología se impone como una herramienta fundamental a la hora de trazar recorridos. Las ciudades del futuro deben necesariamente ser smart cities.

“Creo fuertemente en el potencial de las innovaciones tecnológicas para mejorar nuestras vidas -reflexiona Leo Hollis-. Pero no deben ser asumidas como la solución. Son sólo una herramienta. Más que en smart cities debemos pensar en smart people: las ciudades del futuro van a necesitar imperiosamente de gente que pueda contribuir para volverlas más conectadas. Pero sin que eso implique deshumanizarlas.”

 

Fuente: La Nación

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