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Los secretos de cinco rascacielos más antiguos de Capital
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Cuando uno piensa en rascacielos evoca al Chrysler de 319 metros y al Empire State de 381 metros en Nueva York. Maravillas geométricas, emblemas del Art Decó. Y al Flatiron (1902, 87 metros), uno de los veteranos en pie más venerados de la Gran Manzana. También pueden aparecer la Escuela de Chicago, el edificio Wrigley de 130 metros, con sus aires de palacio, o el Chicago Board of Trade Building de 184 metros.
Con el desarrollo de Argentina como “granero de mundo”, crecieron las empresas ferroviarias, navieras y textiles, los grupos financieros y los inmigrantes. Y hubo necesidad de otros espacios. Y de nuevos símbolos de poder y de prestigio.
En la elegante peatonal Florida edificaron entonces la Galería Güemes (1915). Con sus bronces de formas sensuales y su cúpula vidriada, solemos verla hoy como un monumento -precioso- al Art Nouveau. Pero es incluso más. Mide 87 metros y fue el primer edificio del país hecho totalmente en hormigón.
En 1923, ocho años después de la inauguración de la Galería Güemes, en la Avenida de Mayo, que hasta 1900 tuvo “gigantes” de 50 metros, se impuso el Barolo, de cien, donde las influencias modernistas conviven con las de un tempo hindú del siglo XII y -supuestamente- las de La Divina Comedia, el gran poema del Dante.
Tras la crisis económica del ‘29, en medio del jaque al liberalismo, estas formas también cambiaron. Chau rasgos señoriales. Con la monumentalidad se impusieron estructuras depuradas, de aspecto -nomás- austero. Los ecos del Empire State al mismo tiempo que los de la vanguardia de Le Corbusier, según resume Contreras.
La Compañía Mercantil y Ganadera S.A. (Comega) encargó el Comega (1934, 88 metros) y la Sociedad Anónima, Financiera y Comercial (Safico), el Safico (1934, de 92,33), hitos del racionalismo local. En el ‘ 36 se inauguró otro: el Kavanagh (120 metros), hecho de cubos escalonados que trazan múltiples siluetas contra el cielo. Tanto marcó esa obra a la Ciudad que César Pelli, el tucumano que diseñó las Torres Petronas (452 metros) en Malasia, entre otras-, lo llamó “porteño entrañable”.
Un posible recorrido de estas joyas:
1) Güemes. Esta galería mide 87 metros de alto, que la hicieron rascacielos pionero en la Ciudad. Fue encargada por los salteños Emilio San Miguel y David Ovejero al italiano Francisco Gianotti -el mismo arquitecto de la Confitería del Molino- e inaugurada en 1915. Y fue el primer edificio del país hecho íntegramente con hormigón armado.
Decorada con motivos inspirados en la naturaleza, figuras sensuales y paneles de vidrio que parecen cuadros, la Güemes exhibe rasgos típicos -y lindísimos- de la movida Art Nouveau, además de otras influencias. De modo que los negocios deben esmerarse con las vidrieras: tienen competencia. La cúpula maravilla, igual que los vitraux, los faroles y la decoración de los ascensores. Y, con atención, se pueden ver, asomando en las paredes, figuras que podrían integrar un bestiario magnífico.
La galería conecta Florida al 165 con San Martín. Ojo: el mirador es soñado. Cuando abrió, pusieron un telescopio. Costaba 20 centavos mirar la costa uruguaya. La de la foto es una de las vistas que ofrece.
Datos: La Güemes guarda además memorias porteñas. Cortázar imaginó en esa “caverna del tesoro en la que deliciosamente se mezclaban la entrevisión del pecado -fue también sede de “antros”- y las pastillas de menta” un pasaje a la Galería Vivienne de París en lugar de a la calle San Martín (en el cuento El otro cielo, del libro Todos los fuegos, el fuego 1966); en el subsuelo cantó Gardel en 1917, y Antoine Saint-Exupéry, el autor de El Principito, vivió en el piso sexto entre 1929-31.
2) Comega. Este edificio fue construido entre 1931 y 1934 por encargo de la Compañía Mercantil y Ganadera S.A. (Comega), según el proyecto de los arquitectos Enrique Douillet y Alfredo Joselevich. Contando la torre central, mide 88 metros. Dado el imperio de la geometría despojada, fue un hito racionalista. Adentro, se lució con granito y revestimientos con chapas de acero inoxidable sueco, novedosas para la época (y carísimas).
El Comega fue, además, el primero de Buenos Aires en tener ascensores capaces de subir 180 metros por minuto, récord del momento. Antes de irse, hay que levantar bien la vista: casi en el tope, se ve un balcón semicircular. Ideal para mirar el río, parece una coronita.
Dato: En el piso 19 funcionó la confitería Comega Club hasta 1969. Desde allí, porteños vieron en 1934 la llegada del dirigible Graf Zeppelin y el ensanche que convirtió en avenida a la calle Corrientes (1937). El edificio también tuvo una peluquería. En Corrientes 222.
3) Safico. Con 92,33 metros, fue también el edificio de viviendas -además de oficinas- más alto del país. Por encargo de la Sociedad Anónima, Financiera y Comercial (Safico), lo construyeron bajo la dirección del ingeniero suizo Walter Moll. La obra empezó en 1932 y lo habilitaron en 1934.
El confort fue central. Desde el vamos ofreció Agua filtrada, agua caliente, calefacción central, refrigeradores individuales, cocinas eléctricas, aparte de cocheras.
Inauguró un triplex particular: los últimos tres pisos fueron construidos como un solo departamento por encargo de uno de los directores de la Safico, que se mudó allí. En Corrientes 456.
4) Kavanagh. Fue edificado en 1936 por el estudio de Sánchez, Lagos y De la Torre. Se trata de una torre coqueta, hecha cubos escalonados. Con 120 metros, fue la más alta de Sudamérica, al desplazar al Barolo (1923), de 100. Nació con jardines entre los pisos y fue el primero en tener aire acondicionado, entre otras comodidades, también de vanguardia.
Al observarlo desde distintos ángulos desde la Plaza San Martín, ubicada enfrente, aparecen las múltiples formas con que se recorta contra el cielo. La Unesco lo declaró en 1999 Patrimonio Mundial de la Arquitectura de la Modernidad. En Florida 1065.
5) Barolo. El arquitecto italiano Mario Palanti lo construyó entre 1919 y 1923. Para algunos expertos, su altura es un indicio clave de que Palanti se basó en La Divina Comedia, de Dante Alighieri (1265-1321), para diseñarlo. Es que alcanza 100 metros de alto, la misma cantidad de cantos que tiene esa pieza literaria. Como sea, se lo consideró el más alto de América latina y de la Ciudad hasta 1935, cuando lo desplazó el Kavanagh.
Bhubaneshvar (siglo XII) en la cúpula, e incluso masónicas. De hecho, el historiador de la arquitectura Carlos Hilger lo definió como el gran ejemplo local de la “arquitectura esotérica” de principios del siglo XX. En Avenida de Mayo 1370.
Dato I: Al Barolo se lo puede recorrer en visitas guiadas desde la planta baja, “infierno” en la obra, hasta el faro, “paraíso”, como si fuese el inmenso poema del Dante. Su luz, de 300 mil bujías, podía verse desde Montevideo. Más info, acá.
Dato II: Hay que subir 114 escalones, que se van angostando, para llegar al faro, y sus 300 mil bujías, y ver otros hits del Barolo: vistas Buenos Aires a cien metros del piso, como soñando.
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