Buenos Aires, 21/11/2024, edición Nº 3745
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Los misterios de Julio Cortázar plasmados en una biografía

¿Por qué no se habla nunca de su padre ni de la esquizofrenia que padecía su hermana?.

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“Toda la información que Julio Cortázar tuvo sobre sus orígenes le llegó a través de la memoria femenina, pero asombrosamente la dio por buena y renunció desde niño a indagar en el pasado. La fe en las mujeres de su familia era tan grande que terminó por contagiarla al mundo, hasta que al final se ha erigido una leyenda embellecida y falsa que repiten mansamente los biógrafos”. Así empieza Julio Cortázar. El cronópio fugitivo, la biografía no autorizada del catalán Miguel Dalmau recientemente publicada por Edhasa.

Este comienzo sienta las bases de lo que va a leerse: una biografía no autorizada. Este relato -que intentó desde que era un proyecto ser su más completa biografía- desde su aparición en España tuvo mucha repercusión porque presenta al escritor con sus traumas familiares, con su relación conflictiva con Argentina, con una vida sexual diversa -incluso incestuosa- y dice explícitamente lo que antes se había dicho por lo bajo: que muere por complicaciones del sida.

Durante un año, Miguel Dalmau (Barcelona, 1957) tuvo guardada su biografía. Es que su agente literaria Carmen Balcells y su albacea Aurora Bernárdez habían prohibido su publicación porque no les gustaba el uso que hacía de las citas. Esto obligó a Dalmau a rehacer su texto, que finalmente fue publicado este año (y no como estaba previsto en 2014, que fue el Año Cortázar). Bernárdez no le autorizó nada. Ni el uso de las fotos. Por lo que en el libro, en sus casi 650 páginas, no hay más que la de la tapa.

Ya muertas Balcells y Bernárdez, “dos de las mujeres que más lo sobreprotegieron”, según dice Dalmau, se presenta esta biografía, que más allá de los datos biográficos incómodos, como el de una supuesta relación incestuosa con su hermana, dispara nuevas lecturas sobre sus textos: por ejemplo, una nueva interpretación de Casa tomada.
-¿Qué lugar ocupaba Cortázar en su vida, en sus lecturas, como para que quisiera embarcarse en una biografía?

– En mi época Cortázar fue el escritor más querido. Era un tipo que se hacía estimar por su forma risueña de estar en el mundo, acercarse a la realidad e implicarse con el hombre. Marcó a más de una generación por su literatura y su calidad humana. Merece sin duda el mejor de nuestros recuerdos.
-¿Cómo podría resumir la complejidad del personaje de Cortázar?

-Resumir una vida es imposible, más aún la de un hombre tan rico, honesto y genial como Julio. Pero en esencia fue alguien que cuestionó las palabras recibidas, discutió la versión oficial y se enfrentó con éxito a sus demonios. Y eso no está al alcance de cualquiera.

-Usted ha dicho cosas muy jugosas de él, como que fue “el gran innovador de la sexualidad en castellano” o “un reprimido marcado por los tabúes” Estas dos cosas parecieran contradecirse, ¿en qué sentido remarca estos costados de su carácter?

-Esta contradicción es un fiel reflejo de su evolución personal. Cortázar nace en una era marcada por la represión sexual, pero con el tiempo logra zafarse de ella e incorpora esa lucha a la literatura. De ahí que siga la estela de grandes poetas del amor como Cernuda, Neruda o Salinas y termine usando el lenguaje erótico como instrumento de experimentación y libertad.

-Usted se refiere a la “estructura matriarcal argentina” en relación al vínculo de Cortázar con su madre y su hermana, a lo que se añadió la presencia de Bernárdez.

-Esa estructura matriarcal no es sólo argentina sino de los países latinos. Pienso en Italia, Grecia, el sur de Francia o mi propio país: España. Desde hace siglos el pulso emocional de estos lugares viene marcado por las mujeres, no por los hombres, que suelen ser rígidos, autoritarios y presuntuosos. Y además con grandes bloqueos en la expresión profunda de los sentimientos. Cortázar creció marcado por las ventajas e inconvenientes de esa estructura psicológica y social.

-¿Cómo cree que influirá en el legado de Cortázar la desaparición física de su viuda Aurora Bernárdez y de su agente literaria Carmen Balcells?

-No puedo saberlo. Me figuro que se tomaron en su día las medidas oportunas para que el legado de Cortázar siguiera en buenas manos y tan vivo y palpitante como siempre.

-¿Podría contar cómo fue que lo perjudicó en su tarea la negativa de publicar citas?
-Bueno. Se creó un conflicto de intereses con los guardianes del legado que me obligó a escribir una biografía con muy pocas citas de Cortázar. El resultado es que a Cortázar se le “oye” menos, pero paradójicamente se le ve mucho más porque aparece al desnudo. Sin el prodigioso atuendo de sus palabras. Quedan sólo las mías. Sin duda menores, pero eficaces para alumbrar su misterio.

-¿Cuáles eran las preguntas que tenía sobre el personaje, con las que empezó a trabajar?
– En el caso de Cortázar no había grandes secretos, pero sí grandes preguntas: ¿Por qué jamás se habla de su padre? ¿Por qué se mantiene el mito de que abandonó Argentina a causa del peronismo? ¿Por qué no se escribe sobre la esquizofrenia de su hermana, de las pulsiones suicidas que existían en la familia y que tanto vibran en Rayuela? ¿Por qué no se habla del tratamiento hormonal que cambió su fisonomía a los cincuenta años? ¿Por qué no se acepta definitivamente que murió de sida? Me interesaba más indagar esa suma de silencios un tanto inexplicables.

-¿Cómo elige los personajes para hacer biografías? ¿Qué tiene que tener un autor para que usted se sienta atraído a meterse en su historia?

-Sobre todo tiene que haber sido alguien importante en mi educación sentimental, por citar a Flaubert. Digamos que me siento en deuda con ese personaje y la mejor forma de agradecérselo es devolverlo a la vida. Porque una buena biografía es una ceremonia de resurrección.

-¿A quién no le haría una biografía?

-Cada persona merece un libro. Ocurre que una biografía te obliga a convivir mucho tiempo con un personaje concreto, y para una larga convivencia has de elegir una pareja adecuada. Yo no puedo “convivir-escribir” con alguien a quien no desee o admire o ame. Son demasiadas noches que debo aprovechar a fondo porque pueden ser las últimas. No caben, pues, los dictadores, ni los grandes empresarios, ni los banqueros, ni los especuladores, ni la mayoría de los políticos. ¿Quién quiere a esa gente en su cama? ¿O a la hora de las confidencias en el café?
-Usted afirmó que no le haría la biografía a Vargas Llosa porque su vida no es muy interesante…
-Bueno, lo de Mario Vargas Llosa fue un guiño a mi círculo. Fue mi padre quien lo descubrió en un premio literario en Barcelona-tal como reconoció el propio Vargas Llosa, tras la concesión del Nobel. Y era un modo de decirme que no hay que escribir biografías sobre alguien que tienes demasiado cerca o que en algún momento te ha debido algo.

-¿Cómo fue lo de su padre?

-Mi padre fue un médico y escritor de Barcelona. En su juventud montó un premio literario, Leopoldo Alas, de cuentos. Entre los 50 manuscritos de una convocatoria de los años 50 le llegó uno titulado Los jefes, de un tal Mario Vargas. A mi padre no le gustó. Pero a mi madre sí, ya que mi madre es cubana y supo vibrar con el latido latinoamericano. Al final mi madre le convenció de que aquellos cuentos valían mucho la pena. Y su criterio convenció al jurado. El libro salió en la editorial Rocas, financiada por esos médicos. Lo que no sabe Vargas Llosa es que el origen de su fortuna literaria lo debe a mamá. Pero sin duda ha sido un hombre muy afortunado en materia de señoras, tal como se vio entonces y quizá hasta ahora. Aunque de eso ya no estoy tan seguro. DD

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