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“La mugre se volvió parte del paisaje”: el impensado barrio porteño que concentra las quejas por suciedad y hedores
Los vecinos de Recoleta, uno de los rincones más tradicionales de Buenos Aires, reclaman por la basura y el orín en la vía pública; la Ciudad lo admite e instrumenta medidas

“¿Olés eso? Es pis”, dice una mujer al pasar frente a un árbol en la esquina de Anchorena y avenida Santa Fe. Está parada en la vereda, a pocos pasos del semáforo, entre una bolsa de residuos y montículos de cartón, sachets, potes de yogur, cáscaras y envases de jugo. El olor es penetrante, agrio. Una mezcla de basura orgánica con algo más rancio que no se ve. Se pega en la garganta y flota en el aire caliente. Algunos peatones se tapan la nariz al cruzar; otros bajan la cabeza y apuran el paso. “Esto es Recoleta, pero parece Constitución”, protesta Nora Rodríguez, vecina del barrio desde hace más de veinte años. Vive a una cuadra y afirma que ya se acostumbró a convivir con el hedor. “Vengo todos los días a tomar el 152 y me tengo que bancar esta porquería. Está lleno de ratas, cucarachas y olor a meo. Nadie limpia”, cuenta.
El barrio de Recoleta está sucio. Esa es la percepción generalizada entre vecinos, comerciantes y turistas que transitan sus calles todos los días. Lo que antes era una queja aislada, hoy es una constante. La suciedad se nota en las veredas más transitadas, en los rincones donde no llega el mantenimiento urbano y en los contenedores saturados que dejan restos expuestos durante horas. El Ministerio de Espacio Público e Higiene Urbana porteño confirmó que Recoleta y Retiro concentran la mayor cantidad de denuncias por problemas de higiene en toda la ciudad.
Se recorrió Recoleta, un barrio históricamente asociado al patrimonio, al diseño cuidado y al turismo internacional. En el camino, se observaron algunos de los nuevos contenedores antivandálicos que el gobierno porteño comenzó a instalar en la zona como parte de un plan para mejorar la higiene urbana. Se trata de dispositivos con tapa tipo buzón y sistema de cierre automático que impide la extracción manual de residuos. Según el Ministerio de Espacio Público e Higiene Urbana, esta tecnología busca evitar que se retiren bolsas del interior y se depositen residuos voluminosos fuera de lugar. En total, ya se colocaron 100 unidades nuevas en Recoleta, Retiro, Boedo y Chacarita, y en las últimas semanas se sumaron también en Caballito. La meta es alcanzar las 7000 unidades instaladas en toda la Capital durante el primer semestre del año, se informó.
Pero a pocas cuadras de los puntos donde se ubican esos nuevos dispositivos, las quejas vecinales siguen siendo constantes. A cada cuadra que se avanza, el olor se vuelve más fuerte, no solo por los residuos en la calle, sino también por el estado de los contenedores. La mayoría están sucios, con líquidos que chorrean por debajo y bolsas apiladas alrededor. Los nuevos dispositivos solo se ven cerca del límite con Palermo, en el entorno del shopping, pero al ingresar al barrio, la situación cambia: hay insectos, manchas de suciedad en las baldosas y carteles rotos que suplican “No haga pis acá”. “Hace tiempo que la mugre se volvió parte del paisaje. Pasás caminando y ya sabés que a media cuadra vas a sentir el olor”, lamenta Lidia Navarro, vecina de la zona, mientras pasea con un pañuelo en la mano para taparse la nariz.
El ministro de Espacio Público e Higiene Urbana, Ignacio Miguel Baistrocchi, respondió que “el Programa Intensivo de Desodorización de Contenedores forma parte de un conjunto de medidas que se están tomando para fortalecer el sistema de higiene urbana de la Ciudad”. Según explicó, “cuadrillas están aplicando en todos los barrios un líquido inhibidor de olores desarrollado con una enzima bacteriana concentrada que permite neutralizar los olores en los contenedores”. Agregó que esta iniciativa surgió como respuesta a problemas relacionados con residuos orgánicos sacados fuera de horario, sobre todo en los meses de mayor temperatura. Pero aclaró que el programa no fue pensado como una solución aislada, sino que se suma al sistema integral de higiene existente para fortalecerlo.
En la práctica, muchas de esas medidas no logran revertir la percepción de los vecinos. Pablo Castillo, que vive en Recoleta y atiende un kiosco a pocas cuadras de la estación ferroviaria de Retiro, dice que la limpieza no se ve ni se siente. “Hablan de camiones, de lavado, de operativos, pero en la calle es otra cosa. Los contenedores están sucios, rebalsados, y el olor no lo saca nadie”, cuenta mientras barre la vereda donde todos los días encuentra restos de basura desparramados. “Antes teníamos un contenedor a media cuadra. Ahora hay que caminar dos y, cuando llegás, está lleno o lo rompieron. Entonces la gente deja la bolsa en cualquier lado. Después vienen los perros o los que viven en la calle y la rompen. Así todos los días. Nadie lo junta, nadie pasa. Si el plan existe, no llega hasta acá”, considera.
Para comprender qué hay detrás de esta percepción generalizada de suciedad, es necesario observar también lo que ocurre por debajo de la superficie. Tras la pandemia, la higiene urbana se deterioró, sobre todo por la acumulación de residuos fuera de los contenedores y el mantenimiento deficiente. Este escenario favorece la proliferación de plagas como ratas, cucarachas y moscas, muchas veces atraídas por desechos mal gestionados: según el Ente de Higiene Urbana de la Ciudad, la disposición inadecuada de residuos sólidos es una de las principales fuentes de presencia de fauna nociva. Además, el Informe Ejecutivo del Ministerio de Espacio Público e Higiene Urbana (primer trimestre de 2023) identificó falencias en el control de plagas, como la falta de registros de capacitación y formularios incompletos, mientras que el Informe Final Ambiental y Social publicado en abril de 2024 advirtió la necesidad urgente de implementar programas sostenidos para prevenir su proliferación.
Para muchos vecinos, el problema no termina ahí. “La ciudad se convirtió en un baño público”, sentencia Celina Cabrera, vecina de Recoleta. “No hay control, hay gente viviendo en la calle por todos lados y los contenedores chorrean mugre. Todo eso te hace sentir que vivís en un lugar abandonado”.
Pedro es barrendero en la ciudad. No quiere hablar al principio, pero acepta contar lo que ve. “Trabajo en turnos rotativos, de día y de noche. Lo que más se repite es que no respetan los horarios de recolección. A veces, los contenedores ya están llenos antes de que llegue el camión”, describe. Según él, la presencia constante de personas en situación de calle que revisan los tachos, los desarman y dejan basura afuera, influye en el aspecto general. “Los cartoneros no son el problema, hacen su trabajo. Pero hay otros que rompen todo, hacen pis o tiran colchones. Eso no lo levanta nadie”, suma.
La Capital cuenta con más de 33.000 contenedores distribuidos en las 15 comunas. Cada día se gestionan más de 6000 toneladas de residuos urbanos. La recolección está a cargo de 1100 vehículos y 2700 barrenderos que cubren unas 24.000 cuadras. Según datos oficiales, se realiza una limpieza mecanizada cada 15 días por dentro y por fuera de los contenedores. También hay operativos manuales con hidrolavadoras que se activan según la necesidad de cada zona. Sin embargo, en Recoleta los vecinos aseguran que no lo ven reflejado. “Este contenedor no lo lavaron nunca”, denuncia Marisa Montesi. “Está oxidado por fuera, pegajoso, y lo usan de baño. Hay una pestilencia que no se aguanta”. Su testimonio coincide con la observación en el lugar: residuos desperdigados, líquidos negros, bolsas mal cerradas, y tapas que no cierran.
Frente a este escenario, se sumaron otras estrategias. Una de ellas son los Operativos de Limpieza Intensiva (OLI), que contemplan la colocación de vallas, carteles informativos y personal en la vía pública. Se realizan de lunes a sábado en zonas de alto tránsito, polos gastronómicos e ingresos a la ciudad. Además, el personal de las empresas concesionarias conversa con los vecinos para ofrecer pautas sobre cómo cuidar el espacio común.
Todas estas acciones forman parte de un esquema más amplio que incluye tareas de fiscalización. A través del plan “Ojos en Calle”, más de 200 inspectores recorren las comunas para verificar el cumplimiento de los servicios. Según el Ministerio de Espacio Público e Higiene Urbana, desde su puesta en marcha aumentaron más de un 150% las multas a las empresas por fallas en la prestación. También se fiscaliza a comercios, locales gastronómicos y consorcios para controlar que los macrogeneradores gestionen adecuadamente sus residuos.
A esto se suma el monitoreo tecnológico. El Centro de Monitoreo de Higiene Urbana supervisa en tiempo real la actividad de los camiones recolectores mediante un sistema de GPS y tags RFID instalados en los contenedores, lo que permite rastrear ubicación, recorridos, lavados y vaciamiento. Cuando se detectan desvíos o incumplimientos, se emiten reportes que derivan en sanciones o ajustes operativos. Además, la Ciudad ofrece canales de atención ciudadana como la línea 147, BOTI y la web de gestión colaborativa, donde también se pueden solicitar retiros programados de residuos voluminosos.
En paralelo, la discusión se coló en la agenda política. Horacio Rodríguez Larreta publicó videos en sus redes preguntando: “¿Por qué hay olor a pis?”. Leandro Santoro recorrió las calles y subtes mostrando imágenes de suciedad. Pilar Ramírez, diputada y presidenta del bloque de La Libertad Avanza en la Legislatura porteña, comparte casi a diario fotos de basura acumulada en distintos barrios.
Frente a estos señalamientos, Laura Alonso, vocera institucional del gobierno de la ciudad, sembró la duda sobre un posible uso electoral del tema: “Qué obsesión con los contenedores. Yo creo que suceden cosas que están vinculadas a actores políticos. Hay acciones extrañas alrededor de los contenedores. Hay fotografías en redes sociales donde hay basura alrededor… es extraño”, dijo en televisión.
Aunque la problemática atraviesa distintos barrios de Buenos Aires, el deterioro visible de Recoleta –y en similar medida, en Retiro– expone una paradoja: incluso en los sectores históricamente más cuidados, el sistema de higiene urbana enfrenta los principales cuestionamientos.

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