Buenos Aires, 16/11/2024, edición Nº 3740
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Gourmet

Ingredientes y platos coreanos para disfrutar en Flores

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Escribe Einat Rozenwasser

A todos (ok, no a todos, no va a faltar el que argumente que no) nos gusta comer rico. Algunos tenemos la suerte, además, de que a veces sea parte del trabajo. Y cuando no se da naturalmente, lo generamos. Todo para explicar que este plan empezó a gestarse un domingo a la noche, cuando probábamos el menú especial del chef mexicano Jorge Córcega en Portezuelo. En uno de los extremos de la mesa habían quedado Víctor y Alex -El Gordo y El Flaco Cocina, los de Instagram, sí-, la colega Mer Spinosa y quien firma. Hablábamos de tacos y chapulines cuando alguien mencionó noséqué de la comida coreana y de pronto era un plan. Bueno, no. Era un grupo de whatsapp, porque la modernidad ya no concibe planes si no pasan antes por un grupo de whatsapp. A los pocos días El Gordo trajo novedades: la genia de Marina Lis Ra -bloguera, cocinera, personal trainer y, sí, argentina-coreana- se ofrecía a guiarnos y también se sumaba Maxi Van Oyen, del club de los que cocinan.

Sábado. Conviene arrancar temprano para recorrer los negocios alrededor de las 11 y después ir a comer tranquilos antes de que caiga la oleada de gente después del cierre de los locales. Ja. Ilusos. Llegar un sábado al corazón de Flores puede no ser sencillo. Y si lográs bajar del subte en San Pedrito a horario te topas con la construcción del Centro de Trasbordo Flores en Rivadavia y Nazca y “vas a llegar más rápido caminando”, te apunta el taxista. Caminando trancu, porque es imposible acelerar el paso en dirección a Floresta en esa marea de gente cargada con bolsos, paquetes, carritos y “aproveche la oferta, doña”.

“Mejor en Campana al 600 porque el 400 es un lío”, anuncia nuestra guía. La sumergida es rápida porque el primer supermercado está apenas a media cuadra. Góndolas y góndolas de hermosos paquetes de los que, por supuesto, no entendemos absolutamente nada. Para empezar, la estrella de las últimas temporadas: ramén. Es una receta china popularizada por la gastronomía japonesa, sí, pero tampoco nos vamos a poner tecnicistas. En muy resumidas cuentas: fideos, caldo y toda la magia que el cocinero quiera poner encima. “Tomen, acá tienen udon”, y cargamos en la canasta el paquete de los fideos perfectos para el potaje.

Avanzamos detrás de los teléfonos y preguntando cómo criaturas: ¿qué es? ¿qué es? ¿qué es? Eso que parecen estrellitas de las que se prenden en Navidad son dulces, rellenas de chocolate. Pasamos la góndola de los arroces (foto y corazón para el que se hace en el microondas), jugos y bebidas (punto a favor del dibujito) y llegamos a la primera heladera. Hojas de la planta de sésamo, ajíes, ¿en esos bolsones hay kimchi listo para comer? Esta preparación picante a base de col fermentado es el plato coreano por excelencia, tanto que en 2013 pasó a integrar la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de Naciones Unidas. Hay salsa de anguilas y vinagre de caqui y montones de algas y una salsa de ostras picantes que nos tenemos que llevar todos sí o sí.

Doblamos en la calle Morón y llegamos a la panadería París. Madalenas verdes de té matcha, un bizcochuelo parecido al queque chileno, también Oroké (algo así como una dona empanada, rellena de verduras y frita) y otra opción con crumble de maní que no termina de ser ni dulce ni salada.

En la pasada inevitable por las casas de chucherías nos cruzamos con un grupo de chicas que no terminan de decidirse. “Me gusta mucho el buzo pero no sé con qué combina ese gris, ¿qué dicen?”, escuchamos antes de sumergirnos en stickers y accesorios y juegos de tazas y ¿hay uno que amenaza con probarse un par de boxers?

En tiempos de redes sociales los reflejos juegan fuerte y el que tira primero gana unos puntos. Lo sabe Pablo Park, dueño de Kyopo BA, nieto de coreanos que trabajó en cocinas de Corea, Canadá y China y que desde hace unos años se destaca con su propuesta fusión en un entorno en el que el ritual gastronómico es muy tradicional. La invitación nos sorprende a mitad de camino y decidimos cambiar la propuesta clásica para ver de qué se trata. Un lugar muy bien puesto, con spot cafetero y todo.

Faltan minutitos para la una y el salón todavía está vacío. La primera ronda de platos sale rapidísimo. Nobleza obliga, nada de meter cucharazo hasta que todos logramos la provisión de fotos, videos y stories necesaria (si lleva tiempo con tus amigos, imaginate una mesa de cocineros instragramers). Empezamos con Kimchi Fries (kimchi, cerdo, cebolla, parmesano, cilantro, lima y sriracha), Jeyuk Fries (cerdo picante, verdeo, cebolla crocante y parmesano) y Chicken Popcorn (pollo crocante y empanado con salsa picante). Aplaudimos. Después viene la ronda de principales: Molleja Katsu (molleja crocante, repollo, ananán, salsa katsu, kimchi, huevo soft, chia, sésamo y brotes), Pho Noodles (caldo de carne, hoisin, fideos de arroz, lomo, brotes, cilantro, cebolla, jalapeño, verdeo, sriracha y lima) y un sándwich de pan crocante y Bulgogi (carne de ternera marinada en salsa de soja con queso y verdeo).

Queda poco lugar pero: ¿cómo resistirse a la Matcha Brulée que viene de postre? Alrededor de las 15 el salón está repleto y este #MorfiTourBA emprende la retirada. En cualquier momento repetimos. ¿Quién se prende? NR


Fuente consultada: Clarín

 

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