Buenos Aires, 13/12/2024, edición Nº 3767
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El fenómeno de los adultitos precoces: los niños adoptan costumbres de grandes

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Activos en las redes sociales, con consumos culturales de edades más avanzadas, adictos a la ropa y los cortes de pelo de vanguardia, solidarios, comprometidos con sus causas, preocupados hasta la angustia por planteos existencialistas. Lejos quedaron las muñecas y los dibujitos. Los doce años no son los de antes, como quedó en claro a partir del caso de Leonela, la chica que se suicidó hace 10 días y fue hallada 48 horas después de haber salido de su casa.
Los especialistas hablan de una aceleración del proceso de la infancia en todos los sectores sociales, que deja a los chicos en el último año de la niñez inmersos en un mundo completamente adulto.

Martina Fidalgo es la reina de Instagram. Con sólo 12 años, su galería la muestra como una experta en selfies. Como fotógrafa, hay que decir que sus capturas aplican muchos filtros rosa y amarillo y que hay algo muy estético en su modo de mirar el mundo. Como modelo, es una pequeña Brigitte Bardot, fanática de las clases de baile, adicta a Netflix, y una beginner del surf. Además es una apasionada de la ropa. Su mamá la acompaña a comprar y es la que tiene la palabra final.

“Me gusta mucho la moda, vestirme canchera, ponerme algo lindo para ir a bailar”, cuenta. Mariana, la mamá, es la que baja o sube el pulgar. “A veces vamos a comprar y me dice: «No, con esa ropa parecés de 18, no es para tu edad». Entonces tenemos que negociar, pero en general, coincidimos bastante”, explica Martina, que está en séptimo grado del Devoto School.

Benjamín Grosso también tiene 12. A su edad, las generaciones anteriores estarían jugando a la pelota o pensando en cambiar figuritas. En cambio, Benja es un chico de agenda completa y con un gran compromiso social. “Disculpame que no te atendí el celular esta tarde -dice-. Es que estaba en mi clase de alemán”, comenta. Benjamín vive en Esperanza, a 40 kilómetros de la ciudad de Santa Fe. A comienzos de este año, conmovido por lo que estaba ocurriendo en Córdoba a causa de las inundaciones, él, que es monaguillo, convocó a otros dos chicos de su misma edad y armaron una campaña para juntar donaciones en las redes sociales. Se puso en contacto con José Ignacio Bergoglio, el sobrino del papa Francisco, que dirige una asociación solidaria llamada Haciendo Lío y le dijo que iban a hacer su aporte.

Fue a los canales de televisión de su ciudad, a las radios, armó cadenas en Facebook y Twitter, y en sólo una semana logró reunir tres camiones con mercadería. Después marchó a una empresa de transporte, consiguió que le prestaran los vehículos y se fue a verla a la intendenta de Esperanza para conseguir que le donara el dinero para el combustible. Sí, y con sólo 12 años, unos días después, junto con los otros dos monaguillos viajó a Córdoba para entregar su ayuda. “Había tanta gente tan necesitada y nosotros los pudimos ayudar. Pero a la vez, sentimos que las necesidades eran mucho mayores a nuestros recursos”, dice Benjamín, con una robustez que asombra.

Aunque son niños, o preadolescentes, si se quiere, es evidente que estos chicos han dejado atrás los códigos del mundo infantil para vivir, prematuramente, en un mundo adulto. Las nuevas tecnologías y el hecho de ser nativos digitales han acelerado este proceso.

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Seis de cada diez chicos argentinos de entre 11 y 12 años tienen un perfil en las redes sociales, según una encuesta que impulsó Roxana Morduchowicz, especialista en “cultura juvenil” y autora del libro Los chicos y las pantallas, editado por el Fondo de Cultura Económica. El dato no es menor siendo que redes como Facebook establecen la obligatoriedad de tener más de 13 años para crear un perfil. “Lo que no sabemos es si lo tienen con permiso de sus padres o sin él”, apunta la especialista.

En el último tiempo, la red social que más ha crecido entre los adolescentes y sobre todo entre los preadolescentes es Instagram, al tiempo que otras redes como Facebook (que sigue siendo la más usada por los adolescentes) ha ganado seguidores entre los mayores de 60 años y Twitter se ha concentrado en personas vinculadas al mercado de la información.

Para los chicos de 12, la imagen es todo y la red social que propone compartir el universo de imágenes que componen su mundo, sin necesidad de abundar en palabras y con la posibilidad de hacerlas más bellas gracias a sus filtros, es Instagram.

“El hecho de que las nuevas generaciones sean nativos digitales confunde. Los padres deben preocuparse por estar al tanto de cómo los chicos usan la tecnología. Los hijos saben probablemente mucho más que ellos de cómo usar la herramienta, pero el sentido común sobre cómo usar esa herramienta se lo debe dar el padre”, apunta Morduchowicz.

La vida de los chicos de 12 años ya no está gobernada por los códigos de la infancia. Aún son niños, pero desde la ropa que eligen, los peinados, la música hasta las actividades recreativas y la manera de relacionarse con el sexo opuesto, todo los encamina tempranamente hacia la vida adulta. Incluso puede verse esa característica en el tipo de literatura que abordan y las temáticas sociales que los preocupan.

Cuando uno conversa con Luisa Jodos Comte, tiene la sensación de estar hablando con alguien que sabe bien lo que dice. A los 12, Luisa escribió su primera novela, Cosmos, y la presentó como un trabajo práctico en la escuela, para sorpresa de su profesora de Literatura, que la calificó con un 9. “Era una novela corta, de unas 200 páginas”, dice, como si no fuera toda una proeza para sus años. “Siempre me interesó la astrología y la ciencia ficción”, confiesa. Pero antes de ponerse en el rol de escritora, Luisa lleva años como lectora. Antes de que el libro Bajo la misma estrella, de John Green, se convirtiera en furor en Buenos Aires, ella ya lo había leído a ése y a otros títulos de ese autor, que había intercalado con La leyenda del rey Arturo y libros de mitología griega. Descubrió a Green como autor gracias a otra de sus pasiones: YouTube. Con sólo nueve años se había convertido en fanática de las producciones de Green como youtuber. “La mayor parte del tiempo en Internet me lo paso en YouTube. Sigo a determinadas personas y siempre encuentro cosas muy interesantes. Ahora hay mucha gente produciendo contenidos muy buenos”, cuenta. Como todos los youtubers que ella sigue hablan en inglés, su conocimiento de esa lengua se potenció al máximo. “Aprendí muchísimo porque ya no era como en el colegio, estudiar cuál era el pasado o el futuro de un verbo. Si quería hacer un comentario de un video, debía hacerlo en inglés y no me quedaba otra que hacerlo bien”, cuenta. Ésas son, sin dudas, las ventajas de ser una nativa digital.

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“Las chicas vienen aceleradas…Como madre de una hija de 12 años y de otra de diez, compruebo a diario lo difícil que es conseguir que sigan siendo niñas. Porque todo el entorno e incluso ellas mismas las apuran a ser más grandes”, cuenta María Victoria Zubieta, mamá de Valentina y Micaela Durontó. Todas las mañanas, antes de ir al colegio, mientras la familia desayuna, Valen y Mica consultan sus perfiles de Facebook e Instagram en sus iPods, con la avidez de quien no se quiere perder nada. Sus padres eligieron regalarles ese dispositivo a cada una en lugar de darles un celular. ¿Cuál es la diferencia? Que necesitan una red de Wi-Fi y eso hace que en el ómnibus escolar o en la escuela, o en otros sitios sin red no puedan estar conectadas. “Es algo. O cuando van a las pijamadas de sus amigas, no les dejamos que los lleven, para que no estén todo el día conectadas y se diviertan con las otras chicas. Pero no es fácil, porque todas sus amigas los llevan”, cuenta María Victoria.

Pero no todo es cuestión de la tecnología. De un día para el otro, la madre se encontró con que sus hijas no querían más las muñecas. Que la ropa no podía tener más dibujos ni animalitos ni moñitos, sino leyendas o símbolos. “Nada de nena. Les gusta vestirse de negro. Copian mucho, son muy estéticas y muy visuales. Y con las redes sociales es bravísimo. Si van a la matiné, se sacan fotitos así todas en pose, suben videos? uno como padre trata de que no, pero es difícil. Yo tengo todas sus claves, reviso sus perfiles, pero uno nunca sabe?”, cuenta la mamá de Valentina.

“El fenómeno de los adultitos precoces no es un tema de chicos acelerados, es un achicamiento de las funciones de los grandes”, apunta Susana Mauer, especialista en niñez y adolescencia, miembro de la Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires.

“La sobreadaptación, la tendencia de ciertos chicos y ciertos vínculos a la adultización han ido borrando los límites de la infancia. Para que haya infancia tiene que haber adultos que garanticen la permanencia de los niños en la infancia. Y esos límites se han borrado. No es el punto focalizarse en Facebook u otras redes sociales. Creo que hoy, los padres están confundidos por la versatilidad de los chicos en la tecnología y por eso han dejado un poco su función, porque no logran acotar o filtrar el universo de sus hijos. Les toca ser padres en un mundo imprevisible y complejo”, agrega.

“Una de las funciones más importantes que tiene que tener un padre es la de filtrar ciertos estímulos. Ojo que la generación de los padres de los chicos de 12 también son nativos digitales, pero no deben creer que por eso tienen el control. Sus hijos son mucho más versátiles que ellos”, concluye Mauer.

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Fuente: La Nación

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