Gourmet
Cuatro barras de lujo en Buenos Aires
Cuando Buenos Aires alcanza sus temperaturas más altas, la humedad y el calor del asfalto derriten tus zapatos, tus ideas y toda tu paciencia. Entonces te preguntás cómo hacen ellos: zapatos blancos, traje de lino y un cocktail deluxe en la diestra. No es una película, es la barra de un hotel cinco estrellas, el lugar donde se reúnen los dandis de la ciudad. Porque allí se bebe y se come de primera.
Las barras de los hoteles de lujo son un clásico de las capitales cosmopolitas. Y las de Buenos Aires son sinónimo de los mejores bartenders, tragos de autor, clásicos inmejorables y buena oferta de tapas para hacer fondo. En general, los ambientes se han descontracturado y modernizado, algunos hasta suman música en vivo, DJ o fiestas temáticas. Ya no hay que ser ni demasiado formal ni tener la billetera completa. Basta dejarse llevar, acodarse en la barra y pedir un vodka martini shaken, not stirred.
Desde 2012, cuando el empresario dubaití Ali Saeed Juma Albwardy se hizo cargo del hotel Four Seasons Buenos Aires y remodeló el lobby con un dejo mediooriental, uno de los principales cambios fue revivir el restaurante y el bar del hotel para darles un estilo original, porteño y muy personal a cada uno. La torre de la calle Posadas, que fue inaugurada en 1992 bajo licencia Hyatt -y que quedó en nuestro imaginario como un ícono de la década por su balcón, desde el que se asomaron los Rolling Stones, Michael Jackson o Axl Rose-, está montada sobre lo que fue la residencia de Elena Peña Unzué y Félix Álzaga Unzué. Por eso, el restaurante donde funcionaba el Bar Le Dôme se transformó en Elena, con el gran Juan Gaffuri a cargo de los fuegos. Por eso, también, el espacio que alguna vez fue Galani y luego Le Mistral casi se llama Félix. Casi porque el dueño y su hermano, amantes del polo, propietarios del Palm Desert Polo Resort y socios de Adolfo Cambiaso, decidieron bautizarlo Pony Line y hacer un bar temático de polo, el único del país.
El cuero de las sillas, la madera de las mesas, los “establos” para pequeñas reuniones privadas, el mural de la entrada, la pared detrás de la barra y hasta la carta hecha como una pieza hípica: todo remite a ese universo de caballos, tacos y bochas. Cuando Sebastián Maggi -genial bartender, sommelier y licenciado en psicología, dato no menor para quien trabaja detrás de la barra- fue convocado para armar el menú de tragos, imaginó que la presencia de bebidas, mezclas y formatos nacionales debían adaptarse a la exigencia del público internacional.Por eso, todos los tragos de la parte “Acuerdos” llevan vino o vermut de carácter nacional, como el Des-Coya (Absolut, José L. Mounier torrontés, Saint Germain, perfume de pisco de mosto verde, aceitunas verdes envueltas en albahaca, $85).
La especialidad de la casa son los tererés: hay cuatro diferentes, en los que varían los destilados y los distintos blends que combinan buscando sabores diversos; entre ellos brilla el Chukker (Tereré de Earl Grey, piel de naranja, limonada, Flor de Caña Extra Seco, Flor de Caña 7 Años, bitter aromático, naranja, cardamomo, $90). Se sirven, además, cuatro variedades de limonadas con gin, vodka, ron o pisco y un blend diferente. El más vendido es el Piletero #2 (Absolut, sauvignon blanc, menta, maracuyá, naranja y una infusión de hibisco, $90), aunque sale mucho el Pumba (Bombay Sapphire, cedrón fresco, maraschino, bitter aromático, pomelo, lima, soda, $80). Para picar: el hummus labneh con chips de pan de pita ($85), croquetas de espinaca ($75) y rabas ($80). Para quien necesite algo más potente, está la célebre hamburguesa de 200 g de Kobe. El sándwich de milanesa de lomo también ha ganado su prestigio ($118). Miércoles y jueves por la noche hay DJ y se llena.
Posadas 1086, Retiro, Ciudad Autónoma de Buenos Aires | www.elenaponyline.com
Hace poco tiempo el bar del hotel Claridge fue declarado “Bar notable de la ciudad” y tiene sentido: sus aires británicos y old schoolguardan historia desde 1946, cuando se inauguró el hotel en la calle Tucumán para transformarse en un clásico de la city porteña. En su barra han bebido cócteles personajes de la talla de Alain Delon, Umberto Eco o John McEnroe. También fue sede de eventos que cambiaron la mixología argentina como el mundial IBA (International Bartender Association) de 1965 y el lugar donde Eugenio Gallo -ejemplo para los jóvenes detrás de las copas, autor de clásicos porteños y compañero de ruta del mítico Pichín Policastro- colgó el esmoquin. En 1976, fue seleccionado por la Cofradía de los Epicúreos de Buenos Aires para la realización de sus comidas y la Confrérie de la Chaîne des Rôtisseurs y la Confrérie du Tastevin han reconocido su calidad.
Las boiserie que sirve como marco a grabados ingleses, la alfombra oscura, las lámparas de pared, el cuero y ese ventanal -que incluye algunos vitrail con el escudo del hotel- que deja pasar luz pero no miradas desde la calle se complementan con la larga barra y la estrella del lugar: el piano. Porque además de tomar los tragos de Paola Zaragoza podemos escuchar algunos standards de jazz en el piano de cola del bar, y siempre hay pequeños conciertos programados por Martín Díaz, responsable de toda la actividad cultural. ¿Qué tomar? Clásicos: el Negroni es perfecto (gin, Cinzano, Campari); el Old Fashioned, conservador (Bourbon, bitter, soda, naranja), y ese invento de Pichín que cumple 80 años, el Clarito, es como debe ser (gin, vermut dry, limón). Todo se acompaña también con clásicos, tabla de fiambres y quesos, club sándwiches bien británicos y ensaladas.
Tucumán 535, San Nicolás, Ciudad Autónoma de Buenos Aires | www.claridge.com.ar
“Hoteles cinco estrellas hay muchos, pero Palace hay uno solo”. Quien lo dice es Pascal Bernard, responsable de todo aquello que se toma y se bebe en el Alvear Palace Hotel e ideólogo del recién inaugurado Champagne Bar. Donde antes funcionaba el Cigar Bar,con una estética totalmente renovada que hace foco en el art déco, tiene capacidad para veinte personas y todo lo que esto significa es cierto: exclusividad, glamour y productos de primera calidad en los sillones más perfectos de todo Recoleta. “El espumante es sinónimo de sofisticación y sensualidad, tiene versatilidad para acompañar diversas cocinas sin perder su identidad francesa. Por eso, pensamos en un bar que haga honor a esa tradición”.
Todos y cada uno de los cócteles se preparan -cómo no- con etiquetas de la línea Chandon, sinónimo de tradición gala. Hay propuestas más femeninas, como La Provence Mimosa(Veuve Clicquot, jugo de pomelo rosado y bitter de lavanda, $280) que hace referencia al célebre trago creado en el Ritz de París en 1925, y otras más masculinas, como el Aged Negroni Sbagliato (Baron B Nature, gin Bombay, licor de expedición, zestes de naranja, $160). La carta fue diseñada por la multipremiada Inés de los Santos, quien en palabras de Pascal,”resume la mirada sutil y femenina para hacer combinaciones con champagne”.Completan la idea algunas apuestas como el oriental Tokio Sling (Chandon Extra Brut, sake, jugo de pepino, shiso o menta, $160) o el guindado Ti Punch que celebra las bebidas típicas de las colonias francesas en el Caribe y lleva Baron B Rosé, ron Havana Blanco, ron Santa Teresa Selecto, licor Guindado, amargo Angostura, almíbar de ananá y frutas de estación.
Cada cóctel tiene un pequeño canapé especialmente diseñado para acompañar el trago. Los hay con foie gras, caviar y salmón. Además, si se desea picar algo hay, por ejemplo, una selección de fiambres y quesos argentinos ($180), un servicio de ostras patagónicas de seis unidades acompañadas por tres sutiles aderezos ($295) y dos postres entre los que se destaca el trío de mousses (maracuyá, frambuesa, chocolate Ivoire, $115).
Para los conservadores: toda la línea Chandon nacional por copa y en botella, y algunas perlitas para millonarios: Cuvée Dom Pérignon Brut Rosé 2000, La Grande Dame, Krug. Y violà.
Av. Alvear 1891, Recoleta, Ciudad Autónoma de Buenos Aires | alvearpalace.com
En el medio del hotel más ambicioso de los cinco estrellas hay una pileta. En el medio de la pileta, una fuente en forma de corona. Y la corona, cuando el sol se pone y la música empieza a sonar, es el centro de atención de todas las miradas. Las barras del Faena -porque al Pool Bar se suma el Library Lounge– son conocidas por juntar lo más top de la elite porteña, como si se tratara del Jockey Club en tiempos del presidente Alvear.
Agustín Sena, Chief Bartender del hotel y consagrado autor de grandes tragos, armó una carta ideal con aires porteños para los amantes de la mixología. Para el verano se destacan El Porteño, inspirado en la tradición rioplatense (hesperidina, Branca Menta, mate cocido), servido en un vaso largo con hielo picado y bombilla ($150) y el Faena Fizz(triple sec, pulpa de durazno y espumante, $150). Durante enero, celebrando su décimo aniversario, se presentan como eje una selección del los mejores diez cócteles de la última década, entre los que están el Fitz Roy (gin, vermut rosso, Aperol, lima, syrup, $140) y el Mellow-D (vodka, ginger, miel, jugo de arándanos rojos, $140). Además, los mejores vinos argentinos por copa, la botella de espumante que a uno se le ocurra -en la carta figura un Cristal 2005 a $19.000, habrá que ir y pedirlo- y, si surgen las ganas de fumar, hay Cohibas, Montecristos y Partagás esperando por nosotros. De miércoles a domingo, a partir de las 19, el Poolbar del Faena calienta motores con DJ en vivo, música indie y spirits creados especialmente para cada edición de lo que dieron en llamar Faena Sunset Mood.
Martha Salotti 445, Puerto Madero, Ciudad Autónoma de Buenos Aires | www.faena.com
Fuente: conexionbrand
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