El guion de Mafalda ingresó al Museo del Cine Pablo Ducrós Hicken en 1984, cuando se disolvió el Ente de Calificación Cinematográfica dependiente del Instituto Nacional de Cinematografía, y junto con él llegaron un conjunto de guiones –algunos limpios, otros con una carta de recomendación de revisión, unos pocos con marcas anónimas- provenientes de los catálogos de aquel organismo. “Así llegaron los guiones de Mafalda y de Soñar, soñar, dirigida por Leonardo Favio”, explica Jorge Couselo, encargado de la custodia de los guiones del Museo y descendiente directo de su homónimo, primer director del Museo del Cine.
En un estudio historiográfico todavía inédito sobre la censura en el cine argentino, Paula Félix-Didier –directora del Museo del Cine- y el crítico y programador Fernando Martín Peña dan cuenta de cómo se llevó a cabo el circuito interno de la censura: “El interventor –el abogado Alberto H. León, designado en el Ente tras la jubilación de Miguel Paulino Tato- redactó al respecto un informe dirigido al director del INC (comodoro Carlos E. Bellio): ‘El personaje, esencialmente crítico y poco constructivo, en el guion en examen, no merece en principio objeciones fundamentales, salvo el de la parte final de la página 21, cuando se refiere al discurso que pronuncia Susanita, que no se considera prudente’. En el texto objetado, dice Susanita: ‘A mí también me lastima el alma ver gente pobre. ¡Creéme! Por eso cuando seamos señoras nos asociaremos en una fundación de ayuda al desvalido y organizaremos banquetes en los que habrá pollo y pavo y lechón y todo eso. Así recaudaremos fondos para poder comprar a los pobres harina y sémola y fideos y esas porquerías que comen ellos’”.