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César Pelli: “Buenos Aires es una ciudad vital”
Derrocha simpatía. Es alto, delgado y habla con un acento gringo que, si no lo conocieras, te haría pensar que es un yankee que habla muy bien castellano. Es que Cesar Pelli se fue hace 63 años de su Tucumán, recién recibido y casado. Le interesaba conocer el mundo y le pareció un buen momento de su vida. Corría 1952 y viajar no era lo fácil que es hoy. Consiguió una beca para él y vendió todo para comprar el pasaje de su mujer. Aún así no le alcanzaba. Decidieron jugarse a suerte y verdad y fueron al casino para duplicar la apuesta. Perdieron todo. Al final, Pelli se fue solo, con la promesa de mandar dinero para el viaje de su mujer. Ella llegó dos semanas después gracias al préstamo de una tía. Eran unos jóvenes soñadores e inconscientes.
Hoy Pelli tiene casi 89 años que no aparenta y es el arquitecto argentino más conocido del mundo, autor de la renovación del borde costero de Manhattan en los 80 y de las torres Petronas de Kuala Lumpur, Malasia, alguna vez las torres más altas del mundo. En Buenos Aires construyó el edificio YPF y está terminando la Torre Macro en Catalinas Norte. La fama no parece pesarle, a todo responde con una sonrisa. Invitado por la Bienal Internacional de Arquitectura de Buenos Aires, Pelli abrió su nutrida agenda para recibir a Clarín.
-¿Cómo ve a Buenos Aires?
-La veo fantástica, sólo he visto el centro pero es una ciudad vital que mantienen la continuidad de sus calles caminables, eso es algo que no se encuentra en la mayoría de las grandes ciudades.
-¿Qué le falta?
-Buenos Aires tiene que prepararse para crecer, para crecer para arriba y eso no es fácil. No es cuestión de hacer torres por todos lados. Hay que crear zonas altas y decidir cuáles van a ser bajas. Las torres suelen destrozar el espacio público, eso hay que evitarlo. No es fácil pero hay que preverlo porque el crecimiento es inevitable. Si no se planifica, será malo.
-¿Qué tipo de ciudad le interesa crear con sus edificios?
-Creo que mi herencia argentina y latinoamericana me impulsa a crear espacios públicos de reunión. En todos mis proyectos he tratado de crear plazas y he creado muchas y muy exitosas. Esa no es una actitud común en otros colegas. Es un problema más que asumimos y que es difícil de solucionar, porque no se trata de dibujar un cuadrado en el piso y decir esto es una plaza, hay que rodearla de edificios adecuados para definir espacios usables.
-¿A sus clientes les interesa el espacio público?
-A ningún cliente le interesa el espacio público. A ellos les interesa solucionar sus necesidades. Los arquitectos tenemos que dejarlos tranquilos con la idea de que podemos hacer el mejor edificio que necesitan y dedicar una buena parte de nuestro tiempo a lograr que el edifico mejore la ciudad. Ningún cliente tendrá problema si no le cuesta más dinero. Yo valoro mucho la opinión de mis clientes, ellos conocen mejor que nadie sus necesidades y trato de responderles lo mejor posible, a ellas y a lo que sueñan. La arquitectura no sólo es funcionamiento y construcción, también es una forma de tocar el alma. Y eso es lo más difícil de lograr. La actitud es trabajar fuerte.
-¿Qué se necesita para ser arquitecto?
-Es necesario tener muy clara la vocación, porque la arquitectura es una profesión llena de sinsabores, de momentos malos y si uno no está convencido de que lo que está haciendo es lo que quiere hacer, entonces se dará por vencido rápido. Además, si usted quiere se arquitecto tiene que tener algún talento, si no tienen algún talento no será arquitecto. Hay una enorme cantidad de talentos que sirven para la arquitectura, pero hay que tener alguno.
-¿Cuál es su talento?
-Siempre tuve facilidad para descubrir la estructura de las cosas, para manejar las proporciones y balancear los espacios. Además, me gusta descubrir la clave de cada proyecto. Todos los proyectos tienen una clave y encontrarla puede ser apasionante. Cada proyecto es una nueva exploración y el resultado siempre es distinto.
-¿Cree que los arquitectos deben dejar su marca en sus edificios?
-No, eso es un error. Un escritor puede crear un estilo y editar toda una colección de novelas que funcionen juntas en algún sentido, pero un arquitecto interviene en distintos lugares en los que debe ser respetuoso y humilde. Los edificios no pertenecen a los arquitectos, pertenecen al lugar, a la ciudad, a su pasado y a su futuro.
Fuente: Clarín
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