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Restauraron una joya del Art Nouveau porteño
En las alturas se pueden observar dos figuras esculpidas, un hombre y una mujer mirándose, ¿a punto de besarse?, ¿en un torbellino de pasión? Como también los infaltables y encantadores querubines, esos angelitos regordetes, recostados por todos lados. La esplendorosa fachada de Casa Calise, ubicada en Once – en el barrio de Balvanera-, volvió a ser una fiesta de arte, completa. La Ciudad de Buenos Aires recuperó uno de sus símbolos de modernismo más lindo y menos conocido.
Es que, tras cinco meses de trabajos, terminó la restauración de esas estatuas y de todo el frente de la Casa Calise, confirmaron a Clarín su apoderado, Fernando Tuma Moreno, y la Asociación Art Nouveau Buenos Aires, impulsora de la puesta en valor.
Ojo: ése no es un frente más. Con trece representaciones femeninas; diez de querubines, y doce cabezas, también de mujeres, entre otras piezas, se trata de uno de los que más esculturas muestra en toda Capital.
La recuperación, dirigida por la arquitecta Elina Tassara, junto con Ricardo Fuentes y Christian Le Monnier, cuenta con $4,1 millones aportados por tres empresas, en el marco de la Ley de Mecenazgo, recordó Tuma. Y precisó que arreglaron las estatuas, hechas por el italiano Ercole Pasina, le sumaron piezas perdidas, las limpiaron a fondo e iluminaron con LEDs.
Querubines. Con hojas de vid, que recuerdan a los Calise, propietarios de viñedos en Mendoza, que encargaron este edificio para alquilarlo. / Juano Tesone
Pura gracia. Los querubines, del escultor Ercole Pasina, en la fachada de la Casa Calise. / Gentileza Iván Malesani
“La restauración incluye vitrales y más esculturas que están adentro del edificio y se prevé completarla en dos meses”, agregó Willy Pastrana, presidente de AANBA. Él y Tuma contaron a Clarín que en la Casa Calise funcionan hoy viviendas privadas y una pensión. Y que en la planta baja quieren reabrir locales. “El dinero no alcanza para arreglar todo. Se necesitará una segunda etapa de inversión en obras”, dijo Pastrana. Y Tuma adelantó que ya tienen un plan, que incluiría un museo.
Pareja. En el frente de la Casa Calise. Para algunos muestra pasión y para otros, una crucifixión, / Juano Tesone
Gris. La gran pieza del frente de la Calise en 2015. La restauraron en los últimos cinco meses. / Rolando Andrade
La Casa Calise fue diseñada en 1911 por el arquitecto italianoVirginio Colombo (1885-1927), celebrity del Art Nouveau en la Ciudad. Se calcula que en poco más de 20 años, Colombo -autor también de la Casa de los Pavos Reales, en el mismo barrio, y de la ex sede de la Societá Unione Operai Italiani, maravilla en ruinas en San Nicolás- construyó unas cincuenta edificaciones en Capital.
Portal. Con las curvas que evocan un molusco, el Nautilus, sello del arquitecto Colombo. / Juano Tesone
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Zoom. Una de las hojas de la puerta principal, deteriorada, antes de la puesta en valor. / Rolando Andrade
Contra los academicismos, sobre la base de motivos inspirados en la naturaleza, curvas y sensualidad, el Art Nouveau en Francia o Liberty en Italia se extendió por el territorio porteño -siempre combinado con otras influencias- durante la década de 1910. Lo hizo de la mano de grupos sociales medio-altos y por barrios entonces pujantes, cercanos al Centro, donde había todavía espacio para edificar.
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Vitrales. Entre esculturas, en el hall de entrada de la Casa Calise, renovada. / Juano Tesone
Una manija para enhebrar sueños
De afuera, la Casa Calise puede parecer un palacio. Ocupa unos 8.000 m2. Pero la familia Calise, dueña de viñedos en Mendoza -de ahí el nombre del edificio y de ahí las uvas que decoran la fachada- se la encargó a Colombo para alquilar, sin dejar de encantar.
Bestiario. Un mascarón, en el frente de la Calise. / Archivo Clarín
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Quien pase a ver la Calise, por Hipólito Yrigoyen 2562/78, seguro, no se perderá la imponente estatua que muestra a la pareja, en la que algunos vieron, en vez de pasión, una crucifixión. Y no debería perderse los “amorcitos”, que aparecen desde alegres hasta extenuados. ¿Alterados, tal vez, por tomar demasiadas copas del viñedo familiar? También vale la pena detenerse en el espiral de la puerta: evoca a un molusco, el Nautilus, al que Colombo usó tantas veces que expertos lo consideran otra de sus formas de firmar.
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