Ahora
El santuario de San Expedito: restauran la parroquia Nuestra Señora de Balvanera en Once
Son las 12 de un lunes en Once. Las calles son un caos de actividad, con galerías que atraviesan manzanas, locales con rollos de tela en la puerta, clientes y vendedores de comercios que ofrecen todo: medias, botones, tuppers, comida por peso. La avenida Rivadavia tiene nudos de tránsito y la boca de la estación Pasco del subte entrega más apurados a la superficie. A pocas cuadras está la terminal del tren Sarmiento. En ese escenario de saturación de día y desierto de noche, hay una iglesia: una de las más antiguas de la Ciudad (la N° 12), que le da nombre a esas tierras desde los inicios de 1800. Es “Nuestra Señora de Balvanera“, pero la mayoría la conoce como el santuario de San Expedito.
En la esquina de Bartolomé Mitre y Azcuénaga, al pie de la construcción de piedra -dos torres y una cúpula- esperan 15 personas. Adentro, son muchas más. Algunas dispersas en los bancos de madera, otras apiñadas delante de la figura de San Expedito. Sorprende la convocatoria: es un mediodía cualquiera de enero. Hay empleados de la zona que usan el descanso del almuerzo para visitar la iglesia, fieles que esperan el inicio de la misa y espontáneos de paso. La parroquia forma parte del circuito de peregrinaciones populares de la Ciudad de Buenos Aires. Según registros de la institución, cada 19 de abril, fecha en que se venera al santo, acuden entre 50 y 60 mil personas, y los 19 de los meses restantes entre 20 y 30 mil.
“Es un templo muy convocante y con gran nivel artístico. El párroco nos contactó para restaurar las áreas deterioradas”, dice la directora de obra, Giselle Canosa. Experta en piedras y con un máster en metales arqueológicos, llegó a la iglesia en 2016 para recuperar la fachada de la calle Azcuénaga. Hoy parte de esos muros están cubiertos por andamios, desde los que se trabaja para encontrar el origen de uno de los males principales que sufre la estructura: la filtración de agua.
A fines del año pasado, al despejar capas de pintura industrial de una pared para tratar la humedad, empezó a aparecer un diseño que llamó la atención de Canosa. Pidió detener los trabajos y llamó a las restauradoras expertas en pintura, María Puig y Alejandra Ossó. Juntas fueron pelando la superficie hasta descubrir una guarda dorada, muy parecida al diseño de una flor. Ya la habían visto.
“Se supone que las iglesias con un trabajo tan minucioso en la cúpula y en los techos también lo continúan hacia abajo. Pero esos sectores, a lo largo de los años, suelen cubrirse por manchas de roce u otros deterioros. Así se pierde la pintura original”, dice Ossó. A su lado, Puig suma: “Estos templos tienen una estructura visual armónica, que nos exige una lectura visual completa. El dibujo de la pared que estamos trabajando sigue tal cual en la nave central. Es un patrón repetido: un diseño neutro para soportar la carga pictórica de los cuadros y esculturas”.
La parroquia Nuestra Señora de Balvanera data de 1833. Entonces era una capilla a la que con el tiempo se le fueron adosando las torres del campanario, el bautisterio y la casa parroquial. En 1919 empiezan los trabajos de decoración que la convierten en un edificio con valor arquitectónico e histórico. Hoy es patrimonio de la Ciudad y por ley está protegida en forma integral, el nivel más alto de resguardo. “El peso artístico es indudable. Los vitrales son de Francia. El altar de Italia. Los querubines y adornos pertenecen a Nicola Gulli, un escultor italiano muy presente en el espacio público porteño”, enumera Canosa y muestra cada rincón como en una visita guiada. “En los laterales, sobre los muros -señala hacia arriba- hay dibujos de Adriano Bordellini, un artista italiano cuyos trabajos en las iglesias San Nicolás, Flores y Nuestra Señora del Carmen le valieron el prestigio de la época. Los religiosos le adjudicaban las obras de la nave central pero nuestra investigación demostró que no”.
Durante meses, Canosa revisó revistas y registros parroquiales, subió y se asomó a la cornisa para tratar de encontrar alguna firma en las pinturas del techo, llamó a restauradores en distintos puntos del país y dio con el nieto del verdadero autor, Augusto Fusilier. Sus obras estuvieron en 20 iglesias, pero sólo ocho se preservaron. El nieto, Ignacio Fusilier, presentó fotos del proceso de obra y documentos oficiales que comprobaron la autoría. La pintura decorativa de la pared ahora desnuda y los cuadros que se suceden en el techo son de su abuelo.
“Fue su primera obra. Calculo que tendría 30 años. Ahí, está el germen de su estilo y técnica, que se destaca por la potencia del color y el uso de la luz”, dice Ignacio, quien mantiene la vocación familiar: es arquitecto y artista plástico. La semana pasada, en la iglesia, en una reunión con las restauradoras que querían interiorizarse en el método de su abuelo se encontró otra vez sorprendido por la magnitud de aquel trabajo, la altura y la capacidad de pintar a distancia, en forma deformada, para que el ojo humano desde abajo vea la obra con nitidez.
Las restauradoras ahora esperan que se seque la pared descubierta para hacerle análisis químicos que muestren la composición de la pintura. En paralelo, trabajan en la restauración de las piezas del vía crucis con un escáner digital. Hasta el momento, los fondos utilizados salen de donaciones privadas. El plan es presentarse en abril al programa de mecenazgo del Gobierno porteño para lograr financiación para recuperar los cuadros de la nave central de Fusilier, los vitrales y la cúpula.
Un santuario que creció en popularidad e importancia
La parroquia de Bartolomé Mitre y Azcuénaga rinde culto a una virgen: la de Valvanera. Una figura que tiene origen en un valle que está en La Rioja, España, y que el uso popular, en la Argentina, transformó en Balvanera. En el interior de la iglesia hay dos vírgenes: la original traída por los jesuitas y otra más moderna enviada por los españoles. Pero ninguna acapara la atención que tiene la estatua de San Expedito, al costado derecho del templo.
En 2004, el entonces párroco encontró una imagen del santo detrás del altar principal. La estatua había sido apartada junto a otras durante el Concilio Vaticano II (1962-1965), bajo una política de acentuación de la figura de Jesús. Como esa consigna ya había caducado, el sacerdote contempló la idea de improvisar un altar para responder a las demandas de los visitantes, que cada vez más se acercaban a preguntar si el santo estaba en la iglesia. Algunos especialistas adjudican las consultas a la circulación de estampitas del santo llegadas desde Brasil. Otros no desmerecen el fenómeno de la telenovela, también brasileña y contemporánea, “El Clon”, donde Expedito era mostrado con frecuencia. Dos meses después del hallazgo, los sacerdotes pusieron la estatua y la identidad y convocatoria de la parroquia ya no fueron las mismas.
San Expedito es el patrono dedicado a resolver las causas justas y urgentes. Según la tradición cristiana, era un legionario romano del siglo IV al que se le apareció un cuervo y le pidió que postergara su conversión. Expedito se negó y se convirtió en la presentación religiosa del refrán “no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy”.
“La especifidad de San Expedito es ambigua. Su significante puede adaptarse a muchas necesidades. Desde que empezamos a estudiarlo en 2015 observamos dos fenómenos: el ascenso de su figura junto a la de San Cayetano y el cambio en las exigencias de los devotos, que pasaron de estar concentradas en la resolución de conflictos familiares y relacionales a pedidos de trabajo y dinero”, dice Mariela Mosqueira, investigadora del Conicet. Como docente de la cátedra “Sociedad y Religión” de la carrera de Sociología de la UBA revela todos los años el fenómeno San Expedito.
Joaquín Algranti, también investigador del Conicet, agrega: “Expedito es el punto de encuentro entre una religiosidad popular muy vital, que va proponiendo sus propias figuras, y una Iglesia que tiene la sensibilidad de captar esa demanda. Es un espacio de culto limítrofe, como lo calificó el Papa Francisco cuando era Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires”. El padre Walter, párroco actual, no difiere de su punto de vista: “Es una parroquia tradicional que le da nombre al barrio y al mismo tiempo un santuario de San Expedito. Dos circunstancias distintas y en conviviencia“. NR
Fuente consultada: Clarín
-
Turismohace 10 años
Arquitectura: la asombrosa mezcla de estilos de Buenos Aires
-
Ahorahace 7 años
La historia del Cabildo, un monumento mutilado
-
Circuitoshace 10 años
Catalinas Sur, un encantador barrio de La Boca
-
Circuitoshace 9 años
De barrio obrero a joya de Barracas: la historia del elegante Monseñor Espinosa
-
Turismohace 10 años
La historia del lujoso Edificio Estrugamou de Buenos Aires
-
Saludablehace 10 años
Conocé la planta que regenera el hígado
-
Turismohace 7 años
La imperdible colección de esculturas del Jardín Botánico
-
Circuitoshace 10 años
Barrio Rawson, un secreto en Buenos Aires