Buenos Aires, 21/11/2024, edición Nº 3745
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Hace 82 años nacía el Obelisco de la ciudad de Buenos Aires

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En el lugar en el que se erigiría en la ciudad, había estado desde 1733 (reconstruida años después) la iglesia de San Nicolás de Bari, demolida en 1931 para dar paso al crecimiento de la ciudad. San Nicolás era, en sí, un monumento histórico. En febrero de 1936 el intendente Mariano de Vedia y Mitre, resolvió la creación de un monumento que le hiciera justicia a tamaño acontecimiento, como fue la primera fundación de la ciudad. En el decreto que firmó, se refería a una obra “que señale al pueblo de la República la verdadera importancia de aquella efeméride. Que no existe en la ciudad ningún monumento que simbolice el homenaje de la Capital de la Nación entera”.

El arquitecto de la obra fue el tucumano de 37 años Alberto Presbisch autor, entre otros, del Teatro Gran Rex y de los cines Gran Rex de Rosario y el Atlas de Lavalle. ¿Por qué se inclinó por diseñar un obelisco? Dijo que “se adoptó esta simple y honesta forma geométrica porque es la forma de los obeliscos tradicionales”.

La empresa constructora alemana se llamaba GEOPE. Los trabajos comenzaron el 20 de marzo de 1936 y el Obelisco, de 67,5 metros de altura, con una escalera con 206 escalones y siete descansos para llegar hasta su mirador, se inauguró el sábado 23 de mayo de ese mismo año a las 15 horas. Participaron 157 obreros, y hubo que lamentar la muerte de uno de ellos, el italiano José Cosentino. El total de la obra ascendió a 200.000 pesos. Su construcción demoró apenas dos meses y se cumplió la indicación del intendente, quien quería que estuviese terminado antes del 25 de mayo.

Pero no todo terminaría allí. Los detractores del obelisco, que se había quedado con la sangre en el ojo porque decían que el proyecto no había sido discutido en el Concejo Deliberante, tuvieron su oportunidad de volver a la carga el 21 de junio de 1938 cuando se le desprendieron trozos de mampostería. Y en junio del año siguiente, los ediles porteños, por 23 votos a favor y uno en contra, votaron la ordenanza 10.251 de su demolición, argumentando razones de seguridad, estéticas y económicas, ya que no querían invertir más fondos. Tengamos en cuenta que la ciudad no mostraba el aspecto actual, sino que la Avenida 9 de Julio recién comenzaba a trazarse, y el Obelisco queda encerrado entre edificios. “Es estéticamente feo”, lo criticaban aquellos que estaban acostumbrados a contemplar otra clase de arquitectura.

Tuvo que terciar el propio presidente Roberto Marcelino Ortiz, al expresar que el Obelisco era un monumento para recordar un acontecimiento importante como fue la primera fundación de Buenos Aires, que el intendente porteño era sólo un delegado del gobierno nacional, y que el Ministerio de Obras Públicas se encargaría de costear las reparaciones. Y llegó el veto del intendente Arturo Goyeneche.

Se quitaron las lozas y se las reemplazaron por mampostería. En el apuro, se eliminó la leyenda que indicaba que Presbisch había sido el arquitecto de la obra. Y asunto terminado.

¿Por qué se llamó Obelisco? “Porque había que llamarlo de alguna manera”, respondió el arquitecto. El intendente, en el acto de inauguración, se refirió a él como “la materialización del alma de Buenos Aires”. Quizás, tan equivocado no estaba.

Fuente consultada infobae

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